Al cabo de veinte años la nueva Carta Pastoral firmada por
los obispos católicos cubanos, ofrece sus puntos de vista sobre la situación
nacional, en permanente crisis tras la desaparición de la URSS y sus satélites
europeos. ¿Cantaremos aquel estribillo de Carlos Gardel que dice veinte años no es nada?
Exaspera la proverbial lentitud de nuestra iglesia
mayor. En 1993 dijeron “El amor todo lo
espera”, ahora nos dicen “La esperanza no defrauda”. Esperar, esperanza, en tanto la improvisación gubernamental no
parece tener fin; tampoco la miseria material y espiritual que embarga a los
cubanos.
La última misiva episcopal reconoce los problemas planteados
en el noventa y tres, todavía sin resolver:
- Reformas tímidas, aun así hay marchas atrás.
- La gente encuentra
como única salida irse a otro país, el propio no les sirve.
- La vida no alcanza para realizar un proyecto sustentable,
imposible de alcanzar por la mayoría de las familias.
Sin embargo, la
Iglesia católica cubana sigue de plácemes con el gobierno. No
conozco de sermón alguno pronunciado en nuestras parroquias, tomando partido
por los que hoy enfrentan las injustas decisiones gubernamentales, ejemplo
último, el cierre de los pequeños negocios detentados por miles de trabajadores
cuenta propistas, que en desventajosas condiciones retaron exitosamente el
monopolio estatal minorista sobre la comercialización de ropa y calzado.
En las calles, la seguridad del estado impide por la fuerza cualquier pacífica
manifestación antigubernamental, incluyendo a las Damas de Blanco, de quiénes
se ufanó la jerarquía eclesiástica de haber conseguido el fin de su permanente
represión. En este pais se encarcela y
golpea a quienes muestren públicamente una
opinión diferente de los lineamientos del regimen. Sin embargo en la Iglesia prevalece el silencio y los oídos sordos.
La libertad de expresión está cuestionada para las instituciones
eclesiásticas cubanas, sometidas a una censura de guante blanco que las máximas
autoridades católicas aceptan con débiles reparos. Pasados dieciséis años de la
primera visita papal, no existe un
espacio permanente para el catolicismo en el sistema mediático estatal cubano.
Las dos revistas de mayor impacto, mantenidas a duras penas
por la diócesis de Pinar del Río y la arquidiócesis de La Habana , Vitral y Espacios,
fueron obligadas a cambiar totalmente sus líneas temáticas, enfoques y
contenidos, relanzadas ahora de forma tal que resultan “inofensivas” dentro del
universo legal de la prensa circulante en Cuba.
En particular la antigua “Espacios” se transformó en
“Espacio Laical”, antes criticando severamente asuntos muy terrenales,
cotidianos, dolientes a los cubanos sencillos. Ahora es un panfleto
teórico-filosófico que repite número a número a los mismos opinantes, gente en
general muy erudita, pero cuyo lenguaje recuerda a los escolásticos medievales.
El Cardenal Ortega Alamino, con una dispensa del Vaticano
para continuar ejerciendo su obispado preeminente más allá del tiempo
determinado de su retiro, espera, otra espera adicional, por su personal jubileo.
Su eminencia se reconforta repitiéndonos que la iglesia no es un partido político de la oposición. Sin embargo,
el beato Juan Pablo II advirtió en Cuba: El
servicio al hombre es el camino de la Iglesia.
Reclamado por las urgencias de la población, el Presidente
cubano Raúl Castro reiteró en su último discurso antes del año nuevo, que
avanza sin prisa, pero sin pausa,
quejándose de quiénes le conminan al necesario pié en el acelerador, clamado
por la vida que se nos va.
De tanto temer, el catolicismo cubano está perdiendo otro
espacio mayor, sus feligreses, cansados de tanto esperar, de tanta proclamada
esperanza. Tal vez los curas, en sus claustros, puedan aceptar este letargo, el
pueblo cubano NO.
Mario Hechavarria Driggs, periodista Independiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario