Todas las mañanas un grupo
de ancianos se sienta en las inmediaciones  del Capitolio Nacional,   para
vender cigarrillos, café y  jabas  de nailon. Otros con una imagen de San Lázaro
esperan por una obra de Caridad. 
Miguel  Figueroa Álvarez de 77 años,  maestro de primaria  durante 28  años.  Una
pensión de 300 pesos mensuales, pagando 
60  por el  refrigerador que  compró 
a plazos, dice: “Si no vendo jabas  mi vieja y yo nos morimos de hambre”. 
“La semana pasada los
inspectores  me pusieron 500 pesos de
multa”. “No pienso pagarla, tendrán que meterme preso”. Comenta Pablo.
 Otra señora, Carmen María, vende los paquetes
de café de su  cuota.  “Gracias a Dios,   no  tomo café,  
vendo el de  la libreta y con el  dinero compro jabones”. 
Julio un impedido físico,
pone a  San Lázaro entre sus piernas encomendándose
al santo. “Hay días buenos y días malos, dice Julio”. “Pero el viejo Lázaro
siempre me ayuda”.
Las historias de Pablo,
Carmen y Julio no son  únicas. Por toda
la capital  se puede observar  a nuestros 
ancianos  que pasan el día  ofertando lo poco que tienen. Ellos son el
resultado de la crisis económica cubana.
No importa que en ello les
vaya la salud de los pocos años que les quedan, lo más importante es que  tienen  que hacer algo para poder comer.
Por Mario Hechavarria Driggs, periodista independiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario