La terminal # 3 del
aeropuerto internacional José Martí de La Habana mantiene desde hace meses la
exclusividad de sus salones a los pasajeros, con las puertas cerradas a
familiares y amigos, habituales acompañantes del recibimiento o la despedida de
un viajero.
De visita en el lugar,
bajo amenaza de un torrencial aguacero típico de nuestro verano tropical, para
los miles de visitantes a la espera, quedó como único refugio el alero del
primer piso, sin asientos donde
acomodarse, esperando ansiosos la
llegada de los vuelos.
Un parqueo aledaño
ofrece algunos bancos, diseminados al aire libre dentro de un área extensa,
casi siempre poblada de automóviles. Ni siquiera una carpa protege a las miles
de personas allí congregadas. Dos contenedores sirven de baños públicos, en uno
de los extremos del largo techo que bordea al edificio.
Los servicios
gastronómicos están severamente restringidos, limitados a un vehículo con
arrastre, donde pueden adquirirse refrescos, algún bocadito y a veces café,
luego de una larga espera porque es la única oferta, servida por un solitario
dependiente.
Los precios de la
escasa oferta alcanzan cifras astronómicas. Un pan con jamón y queso, cotizado
en La Habana en no más de 50 centavos convertibles, vale en la Terminal # 3 uno ochenta de esta moneda, equivalente a
dólares norteamericanos. Tomarse una cerveza implica sobornar a los custodios
de la instalación, para adquirirla cruzando las puertas cerradas al público.
Ante cada una de estas
entradas nos advierten en inglés y español que el aeropuerto está reparándose,
ofreciendo disculpas por las molestias causadas. Un año atrás era lo mismo. Los
cubanos temen que la exclusividad de la instalación para los pasajeros, pasará
de transitoria a permanente.
Desde Varadero, meses
atrás, una ciudadana publicó en la prensa su queja por similar situación,
cuando la terminal aérea de este polo turístico fue declarada totalmente
remozada desde el 2011. En Cuba es habitual comenzar informando a la población
de una medida evidentemente impopular, diciendo
que es una decisión provisional, inclusive experimental, para finalmente
quedar como eterna.
Para los cubanos viajar
al exterior es una auténtica carrera con obstáculos, esta situación crea una
especial sensibilidad entre los viajeros nacionales, sus familiares y amigos,
cuando llega el instante de la despedida o el recibimiento. El actual diseño de
los servicios en nuestras terminales vuelos internacionales está dirigido a
restringir la presencia de la población en el lugar. Es en la práctica un
proyecto anti cubano.
por Mario Hechavarria Driggs, periodista independiente
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