viernes, 24 de junio de 2016

Alberto Yarini de proxeneta a Santo Milagroso.

La tumba del más famoso de los proxenetas cubanos, Alberto Yarini y Ponce de León, emula en ofrendas y visitantes con el internacionalmente reconocido sepulcro de Amelia Goyri de la Hoz— “la Milagrosa”, —ambas sepulturas ubicadas en el cementerio habanero de Colón.
Los sepultureros coinciden al decir que “Yarini es cada día más visitado, le rezan, traen ofrendas, no le faltan flores.” — ¿Quiénes vienen, qué le piden?— Responde un viejo enterrador llamado Bienvenido:
“Periodista, como en vida del tipo, muchas mujeres, la mayoría jóvenes y bonitas, de esas que  llaman “jineteras”. Piden, casas, viajes al extranjero, un «Yuma» que las saque del país y  hasta un millonario.”
Corroboran los testimonios de estos humildes manipuladores de huesos las notas publicadas por el cronista Ciro Bianchi Ross en Juventud Rebelde cuando el 12 de junio del presente escribió:
“María Elena Menéndez, a nombre de un grupo de personas, expresa su inconformidad con la probable venta de la tumba donde reposan los restos de Alberto Yarini, ubicada en calle 5ta y ave. Obispo Fray Jacinto, y añade que su tumba es atendida por devotos «que la embellecen y adornan, pues Yarini, al igual que Amelia concede milagros».”
Amelia Goyri –La Milagrosa- es reputada por su pureza, murió de parto junto a su criatura. Antes le rezaban por la ansiada fertilidad, las mujeres que desean a toda costa engendrar. Ahora resuelve problemas de vivienda y asuntos  migratorios.
Yarini cayó abatido de un disparo el 22 de noviembre de 1910 en el barrio habanero de San Isidro, donde le llamaban “El Rey”. Su atacante resultó igualmente fulminado ese día durante la reyerta, provocada porque el chulo cubano le arrebató a su rival francés, de apellido Letot, una francesita recién llegada de París, considerada la joya de los burdeles capitalinos.
Al entierro asistieron más de 10 mil personas, destacándose la corona de flores enviada por el Presidente de la República, Mayor General de las guerras independentistas José Miguel Gómez.
Al triunfar la revolución decidieron derribar la estatua de José Miguel, apodado “tiburón que se baña pero salpica”, sin embargo, los esfuerzos del católico historiador habanero Eusebio Leal consiguieron restaurar la escultura en su pedestal del mausoleo estilo griego erigido a la memoria del bravo mambí, ubicado en la conocida Avenida de los Presidentes.
No es de extrañar el resurgimiento de aquel atractivo joven, ultimado a los 28 años cuando reinaba en el “peligroso” barrio de San Isidro, coto cerrado de la prostitución.
Una ferviente católica confesó al reportero:

“Antes era frecuente ver casitas, avioncitos y demás objetos evocadores de anhelos populares, junto a los santos más queridos en nuestras iglesias, San Lázaro, Santa Bárbara,  La Caridad. Pero los  curas prohibieron  tales ofrendas. Ahora la gente desesperada redirige sus pasos al cementerio, donde nos esperan, con los brazos abiertos “la Milagrosa  Amelia y el Chulo Yarini”.

Por Mario Hechavarria Driggs

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