viernes, 24 de junio de 2016

Violencia dentro de la comunidad LGTB.

La semana comenzó caliente en La Habana, eran las 9 de la noche del lunes cuando en el Parque Central ocurrió una riña tumultuaria: Un grupo de travestis se enfrentaron a los llamados “pingueros”,  homosexuales activos, practicantes  del rol masculino. El saldo preliminar fueron cuatro  heridos por arma blanca y no menos de diez detenidos.
Un travesti que se hace llamar Rita, aceptó declarar: “Mi amiga Lucy   y un  muchacho llamado Pablo, se fueron a “quimbar” al cuarto de ella, tal parece que haciendo el amor algo le pusieron en la bebida, porque se quedo dormida. Entonces Pablo  aprovechó y le robo todo lo que tenía”.
El comentario general apunta a reclamos no satisfechos, de ahí la respuesta posterior: “Se formó la bronca cuando acudimos en defensa a nuestra amiga perjudicada, por ser pasivos no vamos a permitir que nos apabullen los machos”—recalcó Rita.
Desde el Parque Central, vía paseo de El Prado, hasta el Parque de la Fraternidad, los diversos exponentes de la comunidad LGBT copan los bancos cada noche, buscando una expresión propia reprimida por la policía, mayoritariamente procedente del interior del país, por tanto, mucho más conservadora.
“El tema de cada noche es el acoso—cuenta Rita—, quien ostenta su carné de identidad colgado del cuello por una cinta, como si fuera una tarjeta de acreditación—“es que así evito la constante pedidera de identificación por parte de los policías. Total, hasta algunos solicitan nuestros «servicios»”—asevera el joven.
Sin publicidad oficial, queda el recuerdo de un guardián del orden agredido letalmente con una tijera en las cercanías del Parque de la Fraternidad, el mismo lugar escogido por el cineasta Jorge Perugorría para escenificar su filme de igual nombre, dedicado a los protagonistas de este reportaje.

Semanas atrás el escándalo alcanzó dimensiones internacionales cuando Youtube publicó el vídeo de una pareja haciendo sexo en el boulevard de San Rafael, que comienza justo frente al Parque Central. Entonces, a pleno día, no había policías mientras se juntaron decenas de personas con sus móviles alrededor de los improvisados actores.

Por Mario Hechavarria Driggs

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