La calle Campanario,
esquina a Estrella (Enrique Barnet), permanece obstruida al tráfico vehicular
desde el sábado pasado, al derramarse allí los escombros de un derrumbe ocurrido el día anterior, cuando se
desplomaron techos y paredes interiores de una edificación que, según los
vecinos, supera los cien años.
“Ya se sabe, cuando
sale el sol después de los aguaceros, el calentamiento termina resquebrajando
las estructuras y viene el desastre”, coincidieron al opinar varias personas,
en tanto los llamados “escombreadores” comenzaban a beneficiarse del material
depositado en la calle:
Recebo, así llaman a
la arenilla producto del derrumbe, utilizada en la mezcla con cemento, muy
estimada en nuevas construcciones. También se rescatan los ladrillos antiguos
enteros, altamente valorados para levantar paredes. Otro rubro comerciable son
las vigas que antaño soportaban las estructuras, conservados dada la calidad de
las maderas preciosas entonces utilizadas en la construcción.
“Unos pierden y otros
ganan”, dijo un vendedor de vegetales al lado de su carretilla: “seguramente
los pobres viejos que allí vivían”-señala al balcón milagrosamente en pie- no
tenían dinero para reparar su apartamento, ahora estarán hasta su muerte en un
albergue y, llegan los oportunistas, con palas y cernidoras, acopiando recebo
en sacos, que luego venden a 50 pesos.”
“En Oriente tiembla
la tierra, en La Habana se caen los edificios sin esperar sacudida alguna”,
sentencia un señor que lleva portafolio en bandolera, preguntando al unísono
por los tomates del carretillero:
“Amigo, los de atrás a 15 la libra, estos a 20, escoja usted mismo.”
El señor del maletín,
vestido con cierta elegancia a la antigua, hace una mueca antes de seguir su
camino, bordeando la loma de pedruscos, tierra, algunos ladrillos, y arena
descolorida por el tiempo.
Durante los últimos
seis meses se vinieron abajo completamente otras dos edificaciones, ubicadas
entre los 500 metros de la calle Campanario tomando como punto central la
esquina de Enrique Barnet.
Hace tres años, el 17
de enero de 2012, dos comerciantes de materiales de la construcción fueron
rescatados, muertos, de un derrumbe en la esquina de Infanta y Salud, cuando
tras un colapso parcial, vino en la madrugada el definitivo. Comparando con los
registros sísmicos, diríase una réplica.
Por lo pronto no hay
tránsito para vehículo alguno en la calle Campanario, los escombreadores
persistirán en su faena, buscándose unos pesos a cualquier riesgo y de paso
harán el favor de eliminar casi todo el
material allí vertido; el vendedor de tomates irá con su “música” a otra parte.
En la otra esquina acaban de llenar la Pipa de Ron y está formándose la cola
porque faltaba el producto desde hace varios días.
Sigue temblando la
tierra, no paran los derrumbes, nadie detiene el precio de los tomates: ¿Quién
le pone el cascabel al gato?
Por Mario Hechavarria Driggs
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