miércoles, 7 de septiembre de 2016

Feria Agropecuaria en la capital

La calzada de Zanja amaneció en el primer domingo de Agosto, mostrando la obligada  feria agropecuaria mensual de Centro Habana. Al rayar el sol, inspectores al por mayor, carpas de la gastronomía estatal a la derecha desde la calle Hospital, a la izquierda los vendedores de algunas viandas, frutas, especias y demás vegetales frescos.
En Cuba es regla, así lo advierten: “Si quieres comprar algo bueno, ve temprano a la Feria, después del mediodía rastrojos”. Las fotos a las diez de la mañana valían para Granma, una visita pasadas las dos de la tarde era apta tratándose del periodismo alternativo en busca de la verdad:
El sol empujaba contra la escasa sombra de la acera a los vendedores aún resueltos a terminar el día, quedaban patas de cebollas del tamaño de una bola de billar, a 40 pesos el enganche que no llegaba a 20 ejemplares; cabezas de ajo de similar tamaño y precio; yucas, las mejores, a 3 pesos la libra, casi igual a lo servido por el mercado ajeno al tope estatal de precios.
La única carne posible, el cerdo, era monopolio estatal, con números que esconden la manipulación nunca acabada contra los clientes: “La pierna y el lomo a 21 la libra, si lo desea bistec limpio, a cuarenta”— explicó un carnicero con su temible cuchillo en mano, no tanto por poseer un arma letal, sino por la diferencia de precios—comprar barato es llevarse el gordo y los huesos— aclaró una señora calculando las «amables» ofertas.
A las tres de la tarde no había inspectores disponibles a pie de venta, realmente no hacían falta porque las únicas colas persistentes estaban vinculadas a la papa, producto «sagrado», vendido a un peso la libra, bajo estricta vigilancia.
“Del lobo un pelo”—dijo un señor sudoroso, con más de veinte personas antes que él en la fila—“dan lástima, sucias, podridas, meten el plato de la pesa sin discriminar, ahí van algunas buenas, otras regulares y las malas. Lo tomas o lo dejas, a esta hora no se puede escoger”— A su lado comentaron: “Damos lástima nosotros aquí esperando como corderos.”
Había góndolas repletas de papas, en puntos donde nadie hacía cola: ¿Regalo inusitado?, al preguntar, el dependiente respondió: “Busque a su gusto, hay que tener corazón para escarbar en esa carga de pudrición.”
La tarde avanza al compás de las moscas invadiendo el cerdo fuera de refrigeración desde la mañana, algunos mostradores ofrecen decenas de cabezas peladas de carneros que nadie desea comprar, tal vez dedicados a ciertas ofrendas religiosas populares entre los cubanos.
Antes la feria agropecuaria de la calzada de Zanja-Centro Habana-, ocupaba hasta ocho cuadras repletas a ambos lados de la vía, ahora son cinco, donde abundan los espacios vacíos.
Lo poquito de bueno quedó en frijoles colorados y bayos a 11 pesos la libra y, bonita sorpresa, pasta de tomates concentrada, 3200 gramos, con etiqueta, referencia para reclamar su calidad y a 90 pesos moneda nacional, casi la mitad de sus similares en las tiendas recaudadoras de divisas. Vale “La Esperanza”, marca registrada de una mini industria no gubernamental.
Después de tantas promesas, esperando la rebaja de precios acompañada de una oferta variada y satisfactoria, sólo nos queda eso, La Esperanza.

  
Por Mario Hechavarria Driggs

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