Recientemente el Washington Post
publicó una entrevista al magnate azucarero Alfonso Fanjul, quien reconoce
haber realizado varias visitas a su país de origen con el objetivo de tantear
la posibilidad de invertir parte de su cuantiosa fortuna en la otrora principal
agroindustria cubana.
Es bueno recordar que en años
recientes el gobierno comunista convirtió en chatarra más de la mitad de su industria
azucarera, considerándose incapaz de producir con la eficiencia necesaria para
competir en el mercado mundial. Hoy parece que la dulce gramínea está cobrándoles
la afrenta a los líderes revolucionarios por su improvisada decisión.
La tendencia creciente de los
precios en el sector alimenticio a nivel mundial llevó al actual gobierno
castrista a una obligada rectificación. Sólo rectifican errores cuando no hay
más remedio. Ahora tomaron la inusitada decisión de otorgarles a los
empresarios brasileños el manejo del central “5 de septiembre”, ubicado en la
sureña provincia de Cienfuegos.
De acuerdo al reporte del
periodista Fernando Rasverg, acreditado en Cuba por BBC Mundo, los tecnócratas cariocas invertirán hasta 120
millones de dólares con el objetivo de triplicar la producción de la citada
fábrica azucarera, contando además con derechos adicionales de administración,
generalmente negados a quiénes gestionan la agricultura cubana.
Fanjul tantea el futro posible,
por ahora negado dadas las leyes norteamericanas, país donde él vive, sin
embargo no es despreciable su actitud, tratándose de un empresario
especialmente avalado por el éxito, además con fuerte influencia dentro del
Partido Demócrata, particularmente con la familia Clinton.
Si un buen día es derogada la
legislación del Embargo, los gobernantes cubanos estarían ante un reto:
Permitir las inversiones de capital a sus compatriotas que viven en otros
países. Se trata de un desafío político y ético a la vez.
No obstante, otras reacciones
polémicas apuntaron contra el atrevido magnate azucarero, de parte del Senador
Mario Rubio y de los Congresistas Díaz-Balart y Ross Lethinen: “Estoy
sorprendido y avergonzado”, dijo el primero, “intenta realizar negocios
sórdidos con el diablo”, expresó la última.
Tal parece que el dinero no tiene
fronteras y los escrúpulos desaparecen tan pronto surgen posibilidades de
ganancias. Otros opinantes apuntan: Los brasileños pagarán salarios de miseria
a nuestros macheteros, por supuesto en moneda nacional, contarán con un
sindicato incapaz de protestar y negociarán directamente con el monopolio
estatal.
En Brasil hay fuertes denuncias
ante la explotación abusiva de los trabajadores en la agroindustria del azúcar,
confirmadas inclusive por Amnistía Internacional. En Cuba tales denuncias
carecen de efectos reales como está ampliamente probado.
Si Fanjul alcanzara finalmente su
propósito, tendría que acatar las normas dictadas por los comunistas que
gobiernan en su patria, sería de hecho un cómplice del estado cubano. El
floreciente multimillonario “olvidó” que esos mismos que aún mandan aquí, le
confiscaron sus propiedades 55 años atrás.
El azúcar le está cobrando sus
desmanes al liderazgo revolucionario; primero fue considerada locomotora de la
economía nacional, cuando intentaron realizar la
Gran Zafra de los Diez millones, terminando
en un estrepitoso fracaso; posteriormente al desmantelar más de la mitad de las
instalaciones agroindustriales al determinar, de repente, que era una actividad
económica inviable.
Ahora vuelve el dulce producto al
primer plano, originando lógicas controversias, como corresponde a su histórico
protagonismo en la vida nacional. Este Lagarto Verde chapoletea sin rumbo fijo,
mareado por tantas vueltas caprichosas, buscando al fin su rumbo en las aguas
cálidas del Caribe.
Por Mario Hechavarria Driggs,
periodista Independiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario