miércoles, 4 de junio de 2014

Desde el bloqueo interno de Cuba.

Recientemente recibí una solicitud vía correo electrónico, pidiéndome sumarme a una campaña contra el embargo económico de los Estados Unidos contra mi país. Firmar el SI parecía sencillo, bastaba con hacer clic en una lista azul conocida como Link. Pero ahí  mismo comenzaron mis tribulaciones.
El servidor de Email es correodecuba.cu, administrado por una empresa perteneciente al monopolio estatal, reconocida con el acrónimo ETECSA, dentro del Ministerio de la Informática y las Comunicaciones. Hice clic, esperando ansioso el cuadro de diálogo donde ejecutar mi firma: unos minutos de espera, sumando dinero perdido, fueron la respuesta. La opción está denegada según el programa creado para este servidor.
Comenzó a dolerme la cabeza, pensando, primero en mi auténtico derecho a responder al reclamo, segundo, buscando una alternativa, sumando además el dinero perdido en pesos convertibles, intentando alcanzar el objetivo.
Cuba ofrece otras “opciones”, una palabra cuya interpretación debemos dilucidar frente a quiénes andan fuera de nuestra vida diaria. Puedo ir a un hotel, pagando internet al mínimo de seis dólares la hora. En este caso, debo hacer previamente un registro de correo electrónico, utilizando servidores internacionalmente reconocidos como gmail, Yahoo, Hotmail o cualquier otro de los más conocidos.
Si consigo hacerlo, difícil porque los requisitos incluyen una conexión telefónica internacional, generalmente denegada a los cubanos, pudiera enviarles la nueva  dirección electrónica a los solicitantes, recibir otra vez su petición y, finalmente, presionar el Mouse en el vínculo adecuado. Sacando cuentas, contradecir la política norteamericana hacia Cuba puede costarme el salario de un mes, todo por las inexplicables prohibiciones internas en cuanto al uso de las telecomunicaciones.
Una segunda posibilidad es irme hasta una oficina de ETECSA, donde hay “internet libre para cubanos”, al decir de la prensa oficial, servicio pagado a razón de 4.50 pesos convertibles la hora. El equivalente a una jornada laboral en la red de redes, sería igual a la mitad del salario mensual de un médico especialista, ahora cuando cobrarán un aumento de salario.
Los procedimientos serían los mismos que intentar hacerlo desde un hotel, habrá una ligera diferencia en cuanto a precios, pero tratándose esta vez de cubanos, es de esperar un sinnúmero de páginas web bloqueadas. Los burócratas del gobierno no paran en pequeñeces a la hora de decir NO.
Acudo a una Aspirina, me sacudo la cabeza, buscando otra posibilidad fuera de esas proclamadas opciones de mi estado socialista. Finalmente recuerdo la existencia de un servicio gratis, totalmente gratis, ofrecido por la embajada americana. Bueno, no es realmente una embajada porque Cuba y los Estados Unidos rompieron sus vínculos diplomáticos en 1963, oficialmente se trata de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos de América en La Habana, cuyas siglas en inglés son SINA.
Ciertamente, me comentan algunos amigos, la SINA ofrece el internet gratuito toda la semana, pero, tremendo obstáculo, visitarla es clasificarse automáticamente como contrarevolucionario, aliado del enemigo secular de la revolución cubana.
De acuerdo a la proverbial democracia de los americanos, de seguro ni me preguntarán por el simple hecho de hacer clic a una demanda ampliamente debatida entre ellos. Por cierto, días atrás visitaron nuestro país los más altos representantes de la Cámara de Comercio norteamericana.
Lo que no fallará  es  la cámara oculta de los servicios cubanos de Seguridad del Estado, registrándome si trato de acceder a este internet libre y gratuito, un servicio por fin fuera de bloqueo alguno.
¿Me arriesgo en pos de ofrecer mi cívica respuesta a la pertinaz política imperialista?
Aún no me he decidido, considerando los graves riesgos del otro bloqueo, el creado por las autoridades gobernantes de mi país.
¿Bloqueo contra bloqueo, no habrá una explicación propia de tal controversia, capaz de revelarme la verdad de este medio siglo de enfrentamientos?
Lo pensaré antes de tomar la decisión definitiva, rumbo a la Embajada americana.


 Por Mario Hechavarria Driggs

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