Hace unos días
se publicó en el diario Juventud Rebelde
una carta enviada por un lector,
donde se quejaba abochornado de la presencia de mendigos en la calles. Yo creo
que es la primera vez que se toca este tema en la prensa nacional, debo
felicitar a este lector por la audacia que tuvo de llevar a la palestra pública
un tema tan controvertido como este.
“La presencia de mendigos en las vías más céntricas
de la capital ante los ojos de los turistas extranjeros, es algo inaudito, ya
que este fenómeno no corresponde a las acciones que realiza el estado en
materia de seguridad social y que los mismos son una caterva de vagos que no
son capaces de ganarse el sustento con su trabajo”.
Más
adelante en su escrito propone que por
la intervención de los organismos pertinentes (la policía) sean recogidos e
internados en la “Colonia” centro Sanitario del Hospital Psiquiátrico de la
Habana, más conocido como “Mazorra”.
Comienzo
aclarar que la mendicidad no es la indigencia en sí, sino una manera de
manifestarse ya que el estado de indigencia solo se manifiesta ante un
desamparo total, tanto social como familiar, muchos indigentes cubanos no
practican la mendicidad, si no que su precario sustento para subsistir lo
encuentran en otras fuentes alternativas, siendo una de ellas los artículos que
encuentran en los contenedores de basura, la venta de periódicos, recogidas de
latas vacías de cerveza, refrescos, o alguna materia prima, como se ve no todos
los indigentes son vagos.
La medida
que proponen en el periódico Juventud Rebelde, de que a estas personas hay que
darle el mismo tratamiento que realiza el departamento de Zoonosis recogiendo a
los perros vagabundos de la calle es indignante. Se pone como argumento que
este fenómeno afecta la vista del honorable turista que nos honra con su visita
y sobre todo con su dinero, es humillante.
La
indigencia en Cuba no pude enfrentarse mediante planes de “contención o de
recogidas”, si no con la participación y la solidaridad ciudadana, buscar la
responsabilidad familiar y sus obligaciones, y sobre todo la voluntad del
gobierno para atender y ayudar a estas personas, ofreciéndoles la oportunidad
de tener una vida sana y decorosa.
Por Mario Hechavarria Driggs, periodista independiente
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