Dayron Robles y Norberto González se reincorporan al
deporte nacional, los médicos también pueden hacerlo.
Muy bien le ha ido al zurdo cienfueguero, ex integrante
del equipo Cuba, quien archiva tres victorias al hilo en el presente campeonato
cubano de Beisbol. El regreso del campeón olímpico y ex recordista mundial de
los 110 con vallas clasificó entre las 5 noticias más leídas de Granma en su
versión digital, de acuerdo a la información semanal del periódico.
Las recientes decisiones estatales respecto a los
atletas y los médicos, atestiguan la crisis de una de las más antiguas
prácticas discriminatorias establecidas por la naciente revolución durante sus
primeras confrontaciones políticas, especialmente con los Estados Unidos.
Varias frases se acuñaron en aquellos añosa sesenta: Los que se fueron, título de un
compendio de entrevistas hechas por el periodista Luis Báez, refleja el
concepto, irse a otro país era un obligado viaje sin regreso, suponía abandonar
definitivamente la tierra donde se nace, sin vuelta posible. La medida,
claramente discriminatoria, era también ilegal, tal y como se argumentará en
los siguientes párrafos.
Después de la famosa crisis del Mariel, la
administración republicana de Reagan adopta una política “dura” frente al
gobierno de Fidel Castro, contrastante con la conciliatoria postura del Nobel y
anterior presidente Jimmy Carter. Pasaban de 100 mil los inmigrantes de aquella
ola, marcada nacionalmente por la propaganda oficial bajo el lema, se van los
delincuentes, los traidores, todos conceptualizados con el estigma de
“escorias”.
Las estadísticas, junto al sentido común, permiten
saber que tal avalancha humana no podía ser, ni siquiera en un 50 %, de
personas sentenciadas por delitos comunes. De ser presos políticos, la cifra
sería aún mucho menor. No obstante, el gobierno cubano aprovechó para aligerar
la presión en sus siempre bien nutridas prisiones.
El resultado final fue que en Washington decidieron no
aceptar a la auténtica escoria, los llamados “excluibles”, entonces algo más de
2000 personas que volvieron a delinquir en tierras norteamericanas. Reagan
exigió el regreso de tales inmigrantes y Fidel tuvo que aceptarlos. Por vez
primera, de forma clara y masiva, hacía crisis el concepto “salida definitiva
del país.”
Es universalmente aceptado que las personas tienen
seguro refugio, obligado, en su país de origen, inclusive si cometen delitos,
considerando la existencia de un estado de derecho allí donde nacieron, donde
ostentan la ciudadanía primigenia. La razón obliga y desde entonces los hechos
superaron al silencio cómplice de la propaganda oficial en torno al repetido
concepto “salida definitiva del país.”
Pasó una década, cayó el muro, desapareció la URSS y
llegó a Cuba en visita oficial Juan Pablo II, el controvertido Papa, hoy Santo,
proclamó la apertura de la nación desde adentro hacia fuera y viceversa, en su
presencia, ante miles de congregados, contando con millones de telespectadores,
apareció una atrevida respuesta por parte de uno de sus obispos, Monseñor Pedro
Meurice Estiú, quien proclamó acertadamente: “La Patria es de todos.”
La
reciente aceptación de los deportistas idos por decisión propia que desearon
volver, así como la proclama similar relacionada con los
profesionales de la salud, abre una nueva interrogante ante la actual política
gubernamental, caracterizada por la siguiente frase del actual presidente, “Sin prisa pero sin pausa”.
Urgen los cambios y sobre todo la profundidad de los
mismos. ¿Se permitirá el libre ir y venir de los cubanos, sea cual fuere su
ocupación, vivan donde vivan y piensen como piensen?
Precisamente ante otro Sumo Pontífice, frente a miles
de personas y contando igualmente con la televisión, un joven católico se
adelantó planteando la suprema necesidad de hacer de Cuba el hogar común, de
todos los nacidos en ella, sin distinciones políticas o ideológicas.
La buena Madre y
el buen Padre jamás abandonan a sus hijos, ni siquiera en el peor de sus momentos.
Está en crisis la vieja imposición, políticamente discriminatoria e ilegal, que
nos obligaba a la “salida definitiva del país.”
Por Mario Hechavarria Driggs
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