Los últimos acontecimientos en Ucrania, directamente
vinculados a Crimea, tienen ecos que llegan hasta el Caribe, recordándonos los
años pasados del imperio soviético, ruso en su origen y esencia. Cuba no está
al margen de esta historia.
Deberíamos recordar las múltiples guerras y otros conflictos
donde fuimos involucrados los cubanos, como parte de la política dominante de
Moscú, en la cual nos movíamos como un satélite especial, aportando carne de cañón,
además de ser un altavoz vocinglero, reclamando en cuanto foro internacional
existiese.
Los soviéticos ponían
las armas y el dinero, nosotros los soldados a bajo precio, listos para defender
los designios de una política global que, retorna amenazadora en la misma
medida que Rusia, economía emergente, se levanta con su desproporcionada
producción de combustibles fósiles.
La flota del mar negro anclada en Crimea es solamente un
episodio de lo que pudiera venirnos encima. No olvidar que la llamada
democracia rusa lo es a medias, dado un convenio entre el oficial de la
inteligencia soviética (KGB) Vladimir Putin y el abogado Dmitri Medvédev para eternizarse en el poder, quiénes además
mantienen serias limitaciones a la libertad de expresión dentro del país más
extenso del planeta.
Durante el primer mandato de Putin parecía que al fin
saldríamos de la órbita moscovita, considerando la decisión de cerrar la base
militar de radio escucha llamada Lourdes, ubicada cerca de La Habana como herencia de la crisis
de octubre de 1962.
No deberíamos olvidar tales acontecimientos porque nuestro
destino era desaparecer de la faz de la tierra, debido al contubernio entre el
gobierno de nuestro pequeño país y las posiciones de los soviéticos, ajenos a
nuestra geografía e historia.
La base en Cuba fue
cerrada y con ella se marchó una brigada militar de combate, cuyo último legado
fue el más grande comercio clandestino entre nacionales y los llamados ¨bolos¨ hasta hoy recordado en nuestro país.
Rusia vuelve a la carga, extendiendo sus influencias. La psicosis
anti norteamericana sigue dominando en los medios oficiales cubanos, apostando
a Moscú como posible nueva superpotencia militar, capaz de contrarrestar al
siempre denunciado “imperialismo yanqui.”
Seguimos siendo dependientes del material militar que antaño
recibimos desde tierras eslavas. Igualmente necesitamos Petróleo y Trigo,
además de precisar un soporte ante la obstinación de estar eternamente atrincherados
frente a los Estados Unidos.
Como prueban los hechos en Ucrania, el nuevo imperio en
ciernes no detiene su agresividad. Ya una vez estuvimos en su órbita, que
parecía alejarse, pero como una resaca puede volver a atraparnos.
Un adelanto nos ha llegado con la presencia del CCB-175, buque de la armada rusa dedicado
a trabajos de inteligencia. El Almirante Vladímir Masorín, comandante de la
Armada Marítima Rusa, declaró que su país abrirá bases militares en países amigos.
Considerando nuestro permanente estado de dependencia del
exterior. Creo que Cuba no está a salvo de las ambiciones de los imperialistas rusos.
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