“Si
pusieran una alcancía, cobrando por cada foto, habría dinero para restaurar
este edificio.” (Chicho, un vecino de la esquina de Reina y Campanario)
Varios medios web han publicado en torno al último
maquillaje, pintura y resane exterior, de las edificaciones de la Calzada de
Reina, la voz popular argumenta que se hace esperando al Papa Francisco. El
edificio Gaudí desafía dos épocas
históricas, su peculiar arquitectura no admite coloretes, o lo restauran a
fondo o lo dejan como está.
En medio de la habitual ruta turística entre la
Habana Vieja y la Plaza de la Revolución, se trata de la construcción más
fotografiada de Centro Habana. Clasifica en calidad de Art Nouveau o
modernista, la prevalencia de líneas sinuosas, figuras humanas esculpidas en la
fachada, balcones con adornos florales y demás caprichos, resultan imposibles
de restaurar con una mano fácil y súbita de albañiles. Ni hablar de la compleja
marquetería de los ventanales, todavía algunos pedazos sobreviven a la desidia
de las últimas décadas.
Las guías turísticas no dejan de mencionar este
vistoso edificio, cuya construcción se remonta a la segunda década del pasado
siglo. Las fotos muestran los contrastes entre un diseño caprichoso, bello y el
notable deterioro al paso del tiempo y sobre todo del olvido.
Diseñado para la piedra gris, dura en su contraste
con los adornos, no admite pintura este émulo del modernismo Gaudí en La
Habana. Fue hotel de paso, posada dicen en Cuba. La Planta baja fue una
lavandería, venta de flores y ahora alberga a la cafetería de alimentos ligeros
Casa Cuba, cooperativa luchando por
mantenerse después de dos años.
El viejo Chicho ubica cada tarde su cómoda silla en
el portal de la esquina, conoce a todo el mundo, dados sus 25 años en el sitio:
“Allá arriba viven, bueno, cientos de personas en los pequeños cubículos del
antiguo hotel, si cuentas dos pisos de puntal alto con barbacoas.”
¿Y por qué el desastre actual?
“Era y todavía tiene trazas, un bello edificio,
llegó la palestinada-inmigrantes orientales- ocuparon los cuartos de hotel,
aprovecharon los techos altos para hacer las divisiones y ahora se multiplicó
la población interna. Transformaron las fachadas, se acabaron con el tiempo las
ventanas originales. Si Eusebio Leal quiere restaurar esto deberá gastar mucho
dinero, en los interiores, las maderas y cristales, además de un edificio
moderno para los convivientes.”
Leal es el conocido Historiador de la Ciudad de La
Habana, en cuanto a la inmigración, siempre se exagera y las pasiones sobran a
las razones, prevalecen los hechos por encima de los orígenes territoriales. Lo
cierto es que la bella edificación Art Nouveau de la esquina Reina y Campanario
desafía al tiempo, y también a los festinados restauradores, no admite
coloretes, tal cual lo haría una anciana orgullosa de su estirpe, lejos de
cualquier prostituida insinuación.
Por ahora el viejo Chicho advierte con molestia:
“Dice el Jefe de Sector-PNR, policía de barrio-que nadie puede sentarse en los
portales, ¡imagínense con estos calores quedarse en los cuartos del solar!”
Las personas pobres, tanto como el destartalado pero
imperturbable edificio, quedan en la condición de molestas suciedades ante la probable
mirada inquisitoria del Sumo Pontífice.
Se precisa un milagro, primero que pase por el lugar
su Santidad Francisco, segundo que fije sus ojos en una obra inspirada en las
ideas de quien legó a la posteridad el Templo de la Sagrada Familia.
Es pedir demasiado, de seguro, el vistoso edificio
Gaudí de Reina y Campanario quedará en calidad de imborrable mancha de un
oportunista maquillaje estatal que el pueblo avizor no perdonará nunca.
Por Mario Hechavarria Driggs.
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