María del Carmen Acosta estudió defectología, no encontró
empleo medianamente remunerado en su Holguín natal y se arriesgó viajando hasta
la proclamada “capital de todos los
cubanos”:
“Me ficharon, supuestamente por jinetera, solamente
porque entre muchas prohibiciones, no puedes tener un novio extranjero, menos
aún si vienes de provincias y eres ilegal en la ciudad. Estaba tratando de conseguir
la residencia, vivir aquí es igual a ser
emigrante en otro país.”
La muchacha no clasifica dentro de las típicas mestizas
orientales, es rubia, alta, ojos verdes. El título universitario nada le vale
ante los policías:
“Hace tres semanas me montaron en el tren, éramos casi
200 entre mujeres, hombres y niños, cada cual devuelto a su provincia,
expulsados de la capital porque necesitas un documento de identidad que
confirme residencia en La Habana.”
No se trata de un viaje excepcional, los ferrocarriles
regresan anualmente a miles de emigrantes “indocumentados” hacia sus lugares de origen. Varios vagones
se repletan de tales víctimas de un entramado legal incomprensible y
contradictorio.
Muchos de los
expulsados viajan con el estigma de las llamadas “actas de advertencia”, un
documento que de acumularse en expediente, significa futura prisión por el
llamado “peligro”, figura delictiva de factura cubana cuya justificación es
considerar a una persona propensa a delinquir sin haberle probado el delito por el cual termina privado de su libertad.
No es un caso aislado el de las jineteras, como lo prueba
un reciente ataque de inspectores estatales contra los llamados carretilleros, vendedores
ambulantes de vegetales frescos:
“No puedo protestar contra la injusticia de esta multa de
1500 pesos—cuenta Calixto Mendieta—estoy ilegal en la ciudad, ellos—las
autoridades—, se aprovechan del tema y nos chantajean. Te niegan el domicilio y
así mismo la licencia. Esto no es Cuba al menos para nosotros.”
Luis Sánchez, vecino de la calle Condesa en Centro
Habana, pone el dedo en la llaga: “están
violando la libertad de circulación por el territorio nacional, derecho
universal, de paso es un arma represiva ante la justa causa de mucha gente sin
empleo en sus provincias, que vienen aquí buscando mejor vida.”
De hecho el llamado parlamento cubano, Asamblea Nacional
designada por el Partido Comunista, no ha ratificado el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos.
El artículo 13 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos (París, 10 de diciembre de 1948), base programática de los
posteriores convenios auspiciados por las Naciones Unidas reafirma que: “Toda
persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el
territorio de un Estado.”
El hermano de Calixto, carretillero también, lleva 12
años en la ciudad, cosa natural, se casó con una habanera, pero ni siquiera
está unión confirmada le es suficiente, la llamada legalidad socialista entra
en el colmo de la contradicción:
“En más de una ocasión vinieron inspectores a reclamarme
ilegal en casa de mi mujer. El matrimonio no me da derecho a la residencia.
Dicen que tal vez nos juntamos por conveniencia, ¡vaya falta de respeto!”.
La paradoja, flagrante contradicción, es que el acto del
matrimonio civil incorpora la lectura de fragmentos del Código de Familia,
donde se regula la obligación de los cónyuges respecto a vivir juntos y
apoyarse mutuamente en el nuevo hogar del cual son ambos igualmente
responsables.
Luchadores como pocos, los orientales, extranjeros en
parte de la patria que deben defender en toda su integridad, no se resignan
ante la arbitrariedad. María del Carmen así lo ratifica:
“Estoy de nuevo
aquí, allá en Holguín no vale la pena buscar empleo, menos ahora con el
precedente de jinetera. Haré el dinero, pagaré lo que sea pero terminaré de
habanera.”
Los llamados Joven Club de Computación, iniciativa del
fallecido Comandante en Jefe Fidel
Castro, patrocinan la enciclopedia cubana digital conocida por las siglas
ECURED. Buscando sobre derechos humanos en la citada plataforma digital
comunista podemos leer:
“Los derechos
humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción
alguna de nacionalidad, lugar de
residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o
cualquier otra condición. “
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