“Sólo
el cielo conoce quiénes se salvarán”, tal es la sencilla
traducción de la frase yoruba Orunmila, de donde se concreta Orula, oráculo supremo
del culto sincrético africano más popular de Cuba, Orisha o deidad identificada con San Francisco
de Asís, cuyo convento y plaza en la Habana Vieja reunieron el pasado 4 de
Octubre a miles de creyentes, eso sí,
baja la mirada acuciosa de la inquieta Seguridad del Estado.
Del célebre santo italiano
poco puede decirse que no se conozca, en nuestro país la peculiaridad es que el
politeísta panteón africano asimiló numerosos santos católicos, originado por
las imposiciones esclavistas de antaño. Es por eso que las iglesias se llenan
de fervientes adoradores de la llamada santería, quiénes no tienen a mal rezar
un padrenuestro y hacer la señal de la cruz ante el “pobrecillo de Asís” fundador
de la Orden Franciscana y la llamada segunda orden, Hermanas Clarisas.
La vida de este santo fue muy austera, animando a sus seguidores a
hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos
miembros de la orden; aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización.
Recibiendo las heridas (estigmas) de
Cristo en su cuerpo.
De la presencia policial en
el templo franciscano no hay por qué extrañarse. Controlar las festividades religiosas,
especialmente si tienen algún viso católico, es asunto de larga data para las
autoridades cubanas. La imagen bendita de la Virgen de la Caridad del Cobre,
patrona nacional, viajó por todo el país dos años atrás, acompañada por las
sirenas policiales en calidad de música perenne.
Cualquier procesión en las
calles contará porcentualmente con una mitad de creyentes y otra de sicarios
pagados por el régimen, atentos al más mínimo desvío del sentimiento popular si
es capaz de traspasar la estricta frontera de la liturgia religiosa.
Cruces, y collares de
cuentas verde-amarillas, resaltaron este 4 de octubre, celebrando a San
Francisco de Asís, llamado Orula, patrón de los babalawos, cuya función
principal es predecir el incierto destino de los creyentes cubanos en estos
momentos.
El "Santo de
Asís" nos sigue conmoviendo por su capacidad infinita de reconciliación
con todo y con todos, respetado no sólo por creyentes, sino también por los no
creyentes, “hermano Sol, hermana luna, hermano lobo”. Todos somos hermanos, repetía
Francisco.
Con policías y cámaras
vigilantes, cada cual acude a sus santos, buscando paz
y bien. Lo dice el proverbio africano “Sólo el cielo conoce quiénes se salvarán”.
Por Mario Hechavarria Driggs, periodista independiente
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