Conocidos
son los aplausos de la diplomacia norteamericana en su más alto rango, en torno
a la contribución reciente de Cuba ante la pandemia llamada Ébola. Tratándose
de la isla antillana, aumenta la presión en torno a un viejo problema político
llamado El Embargo.
Las
declaraciones aprobatorias de Washington incluyeron al Secretario de Estado y a
su Embajadora en la ONU. No olvidemos que la antecesora en el cargo de John
Kerry, Hillary Clinton, posible candidata demócrata a la presidencia, abogó
públicamente contra lo que en La Habana llaman Bloqueo.
Esta vez la relevancia del problema africano
parece calzar a la administración Obama en su camino hacia la desmantelación de
una decisión tomada 52 años atrás por otro líder demócrata, John F. Kennedy.
Si
de cobrar vidas humanas se trata, El Ébola es tanto o más agresivo que el
mismísimo AL Quaeda, en tanto mantener a Cuba como promotor del terrorismo
internacional es una postura endeble, sobre todo después de su franco apoyo a
la prolongada conferencia sobre la paz en Colombia.
Así
las cosas, Aunque la diplomacia de Estados Unidos ha encontrado un camino
favorable a sus intenciones, hay obstáculos recurrentes, contradicciones
difíciles de salvar entre ambas orillas de la cálida Corriente del Golfo.
De
un lado, las sucesivas leyes congresionales exigen perseguir sin tregua las
actividades financieras cubanas en su relación directa o indirecta con el gran
vecino norteño; del otro lado, se mantiene la permanente represión castrista a
sus opositores, sin cambiar viejas prácticas en cuanto a restringir las
libertades individuales, de reunión y de asociación.
Mientras
la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), persigue a los bancos
vinculados al gobierno castrista, Obama utiliza sus prerrogativas
flexibilizando el envío de remesas y los viajes entre ambos países, mayormente
por parte del millón de cubanos residentes en los Estados Unidos, convirtiendo
de facto a este país en el segundo emisor de turismo hacia Cuba, solamente
superado por Canadá.
Se
trata de una ambigua política, emprendida en tiempos del demócrata Clinton,
llamada “de contactos pueblo a pueblo”. En la práctica favorece al estado
comunista con la entrada directa de remesas, calculadas en 3 500 millones de
dólares durante el pasado año por la entidad independiente radicada en La
Florida, “Havana Consulting Group”.
Hasta
ahora el gobierno cubano recibe los billetes verdes en directo, contando, como
se sabe, con el monopolio absoluto del comercio interior y exterior del país.
Si se trata del pueblo, es cuestionable el beneficio que recibe cada ciudadano
sencillo, mientras la represión a los opositores continua, sin abrir espacio al
pleno ejercicio de los derechos humanos dentro del territorio nacional, en
tanto la apertura económica es lenta y limitada en cuanto a liberalizar el
mercado.
Valga
la redundancia, de lo que se trata es de LIBERTAD CON MAYÚSCULAS
En
La Habana comenzó una cumbre
extraordinaria de la Alianza conocida bajo las siglas ALBA-TCP, una creación
Castro- Chávez, lista a reforzar la ofensiva diplomática emprendida semanas
atrás, precisamente cuando está cerca una nueva votación en las Naciones Unidas
sobre el controvertido asunto del Embargo o Bloqueo.
Las
autoridades de la mayor isla caribeña adelantaron que 300 nuevos profesionales
de la salud se incorporarán al contingente radicado en la región subsahariana. Es
de esperar nuevas elogios norteamericanos si de combatir al Ébola se trata,
pero llegando al tema Embargo, la moderación de Washington acabará
imponiéndose, provocando los consabidos reproches desde La Habana.
El
gobierno cubano sabe perfectamente que para allanarles el camino a los
numerosos partidarios de eliminar la política económica restrictiva de los
EE.UU, es imprescindible aceptar la total tolerancia dentro de la Isla a
quiénes se oponen a su mandato.
Estamos
ante un clásico Ser o no ser, esta es la
cuestión.
Por Mario Hechavarria Driggs, periodista independiente.
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