miércoles, 12 de febrero de 2014

El azúcar vuelve a ser protagonista de nuestra historia.

Recientemente el Washington Post publicó una entrevista al magnate azucarero Alfonso Fanjul, quien reconoce haber realizado varias visitas a su país de origen con el objetivo de tantear la posibilidad de invertir parte de su cuantiosa fortuna en la otrora principal agroindustria cubana.

Es bueno recordar que en años recientes el gobierno comunista convirtió en chatarra más de la mitad de su industria azucarera, considerándose incapaz de producir con la eficiencia necesaria para competir en el mercado mundial. Hoy parece que la dulce gramínea está cobrándoles la afrenta a los líderes revolucionarios por su improvisada decisión.

La tendencia creciente de los precios en el sector alimenticio a nivel mundial llevó al actual gobierno castrista a una obligada rectificación. Sólo rectifican errores cuando no hay más remedio. Ahora tomaron la inusitada decisión de otorgarles a los empresarios brasileños el manejo del central “5 de septiembre”, ubicado en la sureña provincia de Cienfuegos.

De acuerdo al reporte del periodista Fernando Rasverg, acreditado en Cuba por BBC Mundo,  los tecnócratas cariocas invertirán hasta 120 millones de dólares con el objetivo de triplicar la producción de la citada fábrica azucarera, contando además con derechos adicionales de administración, generalmente negados a quiénes gestionan la agricultura cubana.

Fanjul tantea el futro posible, por ahora negado dadas las leyes norteamericanas, país donde él vive, sin embargo no es despreciable su actitud, tratándose de un empresario especialmente avalado por el éxito, además con fuerte influencia dentro del Partido Demócrata, particularmente con la familia Clinton.

Si un buen día es derogada la legislación del Embargo, los gobernantes cubanos estarían ante un reto: Permitir las inversiones de capital a sus compatriotas que viven en otros países. Se trata de un desafío político y ético a la vez.

No obstante, otras reacciones polémicas apuntaron contra el atrevido magnate azucarero, de parte del Senador Mario Rubio y de los Congresistas Díaz-Balart y Ross Lethinen: “Estoy sorprendido y avergonzado”, dijo el primero, “intenta realizar negocios sórdidos con el diablo”, expresó la última.

Tal parece que el dinero no tiene fronteras y los escrúpulos desaparecen tan pronto surgen posibilidades de ganancias. Otros opinantes apuntan: Los brasileños pagarán salarios de miseria a nuestros macheteros, por supuesto en moneda nacional, contarán con un sindicato incapaz de protestar y negociarán directamente con el monopolio estatal.

En Brasil hay fuertes denuncias ante la explotación abusiva de los trabajadores en la agroindustria del azúcar, confirmadas inclusive por Amnistía Internacional. En Cuba tales denuncias carecen de efectos reales como está ampliamente probado.


Si Fanjul alcanzara finalmente su propósito, tendría que acatar las normas dictadas por los comunistas que gobiernan en su patria, sería de hecho un cómplice del estado cubano. El floreciente multimillonario “olvidó” que esos mismos que aún mandan aquí, le confiscaron sus propiedades 55 años atrás.

El azúcar le está cobrando sus desmanes al liderazgo revolucionario; primero fue considerada locomotora de la economía nacional, cuando intentaron realizar la Gran Zafra de los Diez millones, terminando en un estrepitoso fracaso; posteriormente al desmantelar más de la mitad de las instalaciones agroindustriales al determinar, de repente, que era una actividad económica inviable.


Ahora vuelve el dulce producto al primer plano, originando lógicas controversias, como corresponde a su histórico protagonismo en la vida nacional. Este Lagarto Verde chapoletea sin rumbo fijo, mareado por tantas vueltas caprichosas, buscando al fin su rumbo en las aguas cálidas del Caribe.
Por Mario Hechavarria Driggs, periodista Independiente.

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