El
sábado último hubo delirio en La Habana. Donde quiera que estuviera disponible
un televisor, decenas de personas se congregaron a gritar sus preferencias
entre el Real Madrid y el FC Barza, encuentro de los llamados clásicos cuando
de Futbol se trata.
La
temperatura subió hasta la fiebre, hubo apuestas, disputas de toda clase, los
muchachos mostraban camisetas, banderas
y demás atuendos de ambos conjuntos. Cualquier cafetería simulaba un pedazo del
mismísimo Santiago Bernabéu en la capital española.
Simultáneamente
en el estadio mayor de Cuba se enfrentaban dos equipos de Beisbol considerados
parte de la tradición nacional de nuestra pelota: Industriales y Villa Clara.
Instalación vacía. Escasos televidentes atentos al desafío beisbolero.
El
precio de una entrada al estadio es menor al de una cerveza de la calidad
mínima ofertada a la población. La trasmisión televisiva es gratuita.
En
uno de los bares se juntaron numerosos estudiantes, no bebían alcohol, pero
felizmente disfrutaron de Messi, Neymar,
Cristiano Ronaldo y demás estrellas del considerado el más universal de los deportes.
La
euforia del triunfo madrileño vino acompañada de fotos porque algunos chicos
tenían teléfonos móviles y aprovecharon para retratar su triunfo junto a la
derrota de otros compañeros.
Algún
atrevido retrató a Fidel Castro fijado en una pared, preguntando con sorna si el
Comandante era partidario del merengue o del azul- grana. Un compañero alarmado
le advirtió: ¡deja eso que te van a desaparecer! La cosa no avanzó más allá de
la chanza porque vino el tercer gol madrilista.
Definitivamente
el fútbol ha desplazado al Beisbol- “la pelota”- como deporte favorito dentro
de la programación que ofrecen los medios de comunicación nacionales.
La
programación deportiva de la TV cubana se niega a trasmitir partidos de las
Grandes Ligas norteamericanas donde aparezcan peloteros cubanos. Cada día es
más difícil cumplir la normativa oficial porque el número de atletas de la
antilla mayor crece en la MLB.
José
Dariel “Pito” Abreu está nominado a Novato del año, ganando siete millones de
dólares como salario oficial en su primera temporada. Ariel Chapmann estableció
marca absoluta de velocidad para un lanzador en el beisbol a escala universal.
Yoenis Céspedes ganó por segundo año consecutivo el Derby de Jonrones, sublime
espectáculo del juego de las estrellas.
La
selección nacional cubana no alcanza el primer lugar en una competencia
importante del Beisbol internacional desde hace una década, pero años antes
consiguió todos los títulos universales, incluyendo tres Oros olímpicos.
La
pelota está en crisis. Los atletas deben competir en el campeonato nacional a
cambio de unos 50 dólares mensuales. No falta una semana sin conocer de nuevas
fugas hacia países vecinos, cuyo destino final son los Estados Unidos.
Los
medios de difusión, sus comentaristas, nada dicen de los atletas que hoy son
estrellas en las Grandes Ligas, prefieren ahogar la censura impuesta a sus
gargantas hablando de los mejores futbolistas del momento, por supuesto,
ninguno es cubano.
La
gente, sobre todo los muchachos, crecen desconociendo a sus auténticos héroes,
aplaudiendo atletas de otras latitudes que bien merecen admiración, pero con
escaso conocimiento sobre las hazañas nacidas en su tierra natal.
La
crisis del béisbol va multiplicándose día a día, cada vez hay menos
espectadores en los estadios o en la televisión. Esta realidad extendida a los
barrios, terminará por desnaturalizar lo
que es parte esencial de nuestra identidad como nación: La Pelota.
Por Mario Hechavarria Driggs, periodista independiente.