miércoles, 22 de octubre de 2014

La diplomacia de los Estados Unidos y la Libertad de Cuba.

Conocidos son los aplausos de la diplomacia norteamericana en su más alto rango, en torno a la contribución reciente de Cuba ante la pandemia llamada Ébola. Tratándose de la isla antillana, aumenta la presión en torno a un viejo problema político llamado El Embargo.
Las declaraciones aprobatorias de Washington incluyeron al Secretario de Estado y a su Embajadora en la ONU. No olvidemos que la antecesora en el cargo de John Kerry, Hillary Clinton, posible candidata demócrata a la presidencia, abogó públicamente contra lo que en La Habana llaman Bloqueo.
 Esta vez la relevancia del problema africano parece calzar a la administración Obama en su camino hacia la desmantelación de una decisión tomada 52 años atrás por otro líder demócrata, John F. Kennedy.
Si de cobrar vidas humanas se trata, El Ébola es tanto o más agresivo que el mismísimo AL Quaeda, en tanto mantener a Cuba como promotor del terrorismo internacional es una postura endeble, sobre todo después de su franco apoyo a la prolongada conferencia sobre la paz en Colombia.
Así las cosas, Aunque la diplomacia de Estados Unidos ha encontrado un camino favorable a sus intenciones, hay obstáculos recurrentes, contradicciones difíciles de salvar entre ambas orillas de la cálida Corriente del Golfo.
De un lado, las sucesivas leyes congresionales exigen perseguir sin tregua las actividades financieras cubanas en su relación directa o indirecta con el gran vecino norteño; del otro lado, se mantiene la permanente represión castrista a sus opositores, sin cambiar viejas prácticas en cuanto a restringir las libertades individuales, de reunión y de asociación.
Mientras la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), persigue a los bancos vinculados al gobierno castrista, Obama utiliza sus prerrogativas flexibilizando el envío de remesas y los viajes entre ambos países, mayormente por parte del millón de cubanos residentes en los Estados Unidos, convirtiendo de facto a este país en el segundo emisor de turismo hacia Cuba, solamente superado por Canadá.
Se trata de una ambigua política, emprendida en tiempos del demócrata Clinton, llamada “de contactos pueblo a pueblo”. En la práctica favorece al estado comunista con la entrada directa de remesas, calculadas en 3 500 millones de dólares durante el pasado año por la entidad independiente radicada en La Florida, “Havana Consulting Group”.
Hasta ahora el gobierno cubano recibe los billetes verdes en directo, contando, como se sabe, con el monopolio absoluto del comercio interior y exterior del país. Si se trata del pueblo, es cuestionable el beneficio que recibe cada ciudadano sencillo, mientras la represión a los opositores continua, sin abrir espacio al pleno ejercicio de los derechos humanos dentro del territorio nacional, en tanto la apertura económica es lenta y limitada en cuanto a liberalizar el mercado.
Valga la redundancia, de lo que se trata es de LIBERTAD CON MAYÚSCULAS
En  La Habana comenzó una cumbre extraordinaria de la Alianza conocida bajo las siglas ALBA-TCP, una creación Castro- Chávez, lista a reforzar la ofensiva diplomática emprendida semanas atrás, precisamente cuando está cerca una nueva votación en las Naciones Unidas sobre el controvertido asunto del Embargo o Bloqueo.
Las autoridades de la mayor isla caribeña adelantaron que 300 nuevos profesionales de la salud se incorporarán al contingente radicado en la región subsahariana. Es de esperar nuevas elogios norteamericanos si de combatir al Ébola se trata, pero llegando al tema Embargo, la moderación de Washington acabará imponiéndose, provocando los consabidos reproches desde La Habana.
El gobierno cubano sabe perfectamente que para allanarles el camino a los numerosos partidarios de eliminar la política económica restrictiva de los EE.UU, es imprescindible aceptar la total tolerancia dentro de la Isla a quiénes se oponen a su mandato.
Estamos ante un clásico Ser o no ser, esta es la cuestión.

Por Mario Hechavarria Driggs, periodista independiente.




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