Después de leer las extensas columnas de Granma,
dedicadas al recién finalizado Noveno Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba
(UPEC), la conclusión es que la prensa cubana, atada al Partido Comunista,
seguirá entre el estancamiento y la degradación, presentes desde hace décadas
en los medios de comunicación del país.
Hablando de la salud de nuestra prensa, el reportero en
ejercicio Justo Planas la ha caracterizado como “de la tercera edad, dirigida a
la senectud y desajustada ante las inquietudes del ciudadano de hoy.”
Mientras los columnistas de los medios estatales escriben
para nuestros abuelos, surge y se desarrolla un periodismo alternativo,
aprovechando la imparable apertura democrática que representan las nuevas
tecnologías de la comunicación.
La porfiada persecución a las llamadas “Antenas” ha
cedido ante la imposibilidad de eliminar tantas alternativas para alcanzar la
sintonía de las televisoras extranjeras. Los celulares alcanzan a dos millones
de usuarios; finalmente Internet se abre tímida, pero irreversible a los
cubanos.
Yoani Sánchez representa la incapacidad de parar la libre
expresión, loable esfuerzo personal, precedida y acompañada por otros muchos
reporteros independientes. Sin embargo, confiados en su monopolio sobre los
medios de difusión de alcance masivo en el país, los funcionarios del
Departamento Ideológico del Partido Comunista (DI), consideran que para el
periodismo en Cuba no ha llegado la hora de los cambios.
Leer los resúmenes de Granma en torno al finalizado
congreso de la UPEC
es constatar la reiteración de consignas generales, abstractas, lejos de esa
cotidianeidad que, repiten, es necesario revelar. Escasean las expresiones
concretas. El columnista de Granma Alberto Alvariño se limita a reconocer
“insuficiencias e insatisfacciones”, considerando además que un mal tan
criticado como el negarse a dar información por parte de los burócratas, debe
alcanzar la precisión de “secretismo infundado”.
Estamos ante la fiel interpretación del DI, ese Gran
Vigilante dirigido desde hace décadas por Rolando Alfonso Borges como Zar de la
prensa nacional. Fueron los funcionarios del citado Departamento Ideológico
quiénes dirigieron los pasos previos a la asamblea mayor de los informadores
cubanos, incluyendo su cónclave final.
De los resultados basta citar que en la dirección de la
nueva UPEC tenemos entre otros a Moltó, Arleen y Aixia, estas dos últimas,
figuras permanentes en la aburrida Mesa Redonda de la televisión cubana,
extendida a Telesur de Venezuela. No es de esperar que las citadas estrellas
del periodismo comunista cambien de parecer, inaugurando un nuevo decir en los
medios de comunicación de la nación.
Continuará el secuestro de la noticia siempre que se
trate de un asunto espinoso, con la obligada espera de una señal desde arriba
por parte de los directores de los medios y sus periodistas. Será el DI quien
determinará entonces qué se dice, cuando y cómo. No olvidemos que los señores
del mencionado Team quitan y ponen a los dirigentes del sector, recomendando
además la carrera de cualquier profesional aspirante a escalar posiciones en el
escalafón nacional.
Al leer las múltiples justificaciones patrioteras ante el
justo reclamo por cambiar un periodismo en crisis, saltan a la vista, primero
la autocensura, cuyo supuesto objetivo es no dar argumentos al poderoso vecino
del norte, monopolista mediático y permanente agresor a nuestro país. Lo
segundo es el temor a una Glasnost, considerada como una de las causas del
colapso socialista en la URSS.
El asunto real es que la burocracia, anclada en sus
privilegios, acostumbrada al fácil ejercicio de decir NO, teme a la democracia
informativa como el Diablo a la Cruz. Los
señores del Departamento Ideológico eliminan el disenso porque quieren
conservar la “tranquilidad” en que viven desde hace largos años, pero es bueno
recordarles que de tal forma están empeñando el porvenir de la Patria.
Mario Hechavarria Driggs, periodista Independiente
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