Hay una declaración definitoria de la Iglesia católica cubana
que deseo recordar, fue hecha por su vocero oficial, Orlando Márquez, Director
de Palabra Nueva, revista de la Arquidiócesis de La Habana , cuyo obispo es el
Cardenal Jaime Ortega Alamino: “No puede haber alianza entre la Iglesia y el gobierno,
tampoco entre la Iglesia
y quienes se oponen al gobierno.”
Los líderes católicos cubanos definen así su
total independencia, para ejercer la misión dada por Jesús en Los Evangelios.
Semejante postura molesta a muchos, sobre todo en el exterior, donde desearían
un enfrentamiento Iglesia Vs. Gobierno, considerando el supuesto poder
atribuido a la institución eclesial, como se sabe, de proyección universal.
Lo cierto es que la oposición política interior
es débil en Cuba, fraccionada y algo peor aún, sus conexiones con el exilio
están enrarecidas, debido a la falta de un liderazgo dentro y fuera del país.
No contamos con un consenso político opositor en el país; ni siquiera en
Estados Unidos, donde existen todas las facilidades para vertebrar una
organización unificada de los exiliados, esta organización existe.
Sobre el tema, es definitoria la posición del
Prelado Ortega, quien ha dicho que “la Iglesia católica no puede ser el partido opositor
inexistente hoy en Cuba”. Creo que son sabias sus palabras. De intentar serlo,
los seguidores del credo de San Pedro, quedarían automáticamente fuera de la
ley.
Algunos pudieran argumentar, bueno, así es,
debemos desafiar las reglas impuestas por los comunistas. Estoy de acuerdo,
pero agrego, ¿Quiénes debemos hacerlo? ¿Los Obispos y sacerdotes o los
creyentes en su conjunto? Las preguntas anteriores apuntan hacia una
interrogante mayor, ¿Cuál es el poder real de la Iglesia en nuestro país?
Si se trata de una Iglesia dominguera diría yo,
de Bautizos y rezos por los difuntos, sin comprometimiento efectivo de los
laicos en torno al mundo que les rodea, acerca de su propia profesión de fe,
entonces el poder real resulta mucho menor del que suponen algunos analistas,
evaluando erróneamente los dos milenios de la Roma cristiana o el carisma de los Papas.
Como se sabe, la población no es mayormente
católica en la actualidad, aunque por tradición respeta el cristianismo, le
reza a la Virgen
de la Caridad
del Cobre y deposita sus flores en los templos. Los Curas pueden ser más
incisivos en sus homilías, eso lo creo, contando a la vez con fieles capaces de
comprometerse ante la difícil realidad de estos tiempos.
La estrategia del Cardenal Ortega se ha basado
en la llamada “Diplomacia de los pequeños pasos”. No poco ha conseguido, es
justo hacer una breve enumeración:
- Se terminó la construcción del Seminario
Mayor, primer edificio de educación católica construido en la época
revolucionaria.
- Surgieron centros de educación no dependientes
del gobierno, bajo los auspicios de la Iglesia.
- Se mantienen desde hace dos décadas
publicaciones propias de libre circulación, únicas aceptadas en Cuba fuera de
la supervisión del Partido Comunista.
- Los cubanos recuperaron las fiestas de
navidad, con el día feriado, agregándose últimamente el Viernes Santo.
- Fue impresionante la procesión nacional de la Virgen de la Caridad del Cobre, que
hiciera exclamar al Cardenal Ortega, ¡Vivimos una primavera de Fe!
- La
Iglesia actuó por ver primera como interlocutor efectivo
entre el gobierno y los presos políticos, alcanzado la liberación de casi la
totalidad de ellos.
- Los católicos crearon su propia red de
asistencia social, incluyendo los hospitales y abriendo guarderías infantiles
administradas independientemente.
- Dos visitas papales en menos de quince años,
reafirmando la evangelización a la vez que afianzan la acción del clero dentro
del país.
Puedo afirmar que hoy la Iglesia Católica cubana está en
su mejor momento desde los años sesenta, cuando la persecución y el ateísmo
militante los replegó a sus templos, casi totalmente aislados de la sociedad.
Coincido con el plan de los pasos graduales, que
para nada impiden una comunicación efectiva de nuestros sacerdotes con el
pueblo. Lo anterior significa abordar las contradicciones de la sociedad
actual. Contamos ahora con una buena proporción de Curas nacionales, pronto
habrá más, por lo cual es justo pedirles esa palabra dicha entre cubanos, tan
necesaria, sin por ello perder en lo más mínimo el apego a la doctrina. Si
alguna agresividad es permitida, esa debe ser la provocación del momento.
En cuanto a quiénes le piden a la Iglesia católica cubana lo
que no puede ser, no queda otro recurso que ignorarlos y seguir adelante.
Siempre habrá pataletas de malcriados. El propio Arzobispo de La Habana se refirió una vez a
su primera visita a Miami, cuando un Obispo de la ciudad le advirtió no
pronunciar allí la palabra reconciliación.
¿Por qué no hacerlo? Repite Su eminencia Ortega,
si reconciliación es una de las
esencias del cristianismo. La respuesta la ofrece el propio prelado: “Hay una
especie de herida histórica que hace que esto no se pueda aceptar. Ello
engendra esa opinión así, tremenda, pero esas heridas no provinieron de la Iglesia , la Iglesia las sufrió también
con otros.”
El gobierno de Raúl Castro asume el gradualismo
como conducta ante la impostergable transición que ocurre en Cuba, nuestros
líderes católicos deben orientar una marcha al compás de esa peculiar situación
política. El real comprometimiento religioso de los laicos creyentes, junto a
su expresión en sociedad, representan el auténtico poder de nuestra Iglesia.
Mario Hechavarria Driggs, periodista Independiente.
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