viernes, 25 de octubre de 2013

¡Dos cubanos atrapan cien millones de dólares en menos de una semana!

Los hechos ocurrieron Estados Unidos, ¿Dónde si no? Diríamos en Cuba, recordando una frase reiterada por una popular conductora de la televisión nacional.
Lo más importante es que estos nacionales no están requeridos por la policía norteamericana, consiguieron  su dinero apelando a sus habilidades como seres humanos en el bien llamado País de las oportunidades.

Se trata de José Dariel “Pito” Abreu, quien fuera el cuarto bate de la selección Cienfuegos en la pelota cubana, además de miembro destacado del equipo CUBA. El otro atleta responde al nombre de Alexander Guerrero, excampo corto de Las Tunas. Abreu fue firmado por 68 millones en la nómina del Chicago White Sox, en tanto Guerrero debutará con Los Angeles Dodgers con 28 millones de contrato y 4 adicionales de bonificación, cerrando la anticipada cifra de Cien.

Al golpe de millones se marchan al gran país del norte nuestros peloteros, lamentándose el gobierno comunista de una competencia desleal, considerando la imposibilidad de pagar tales cifras por ver jugar a sus atletas en casa. Lo que parece evidente oculta asuntos profundos de nuestra realidad, como la falta de oportunidades, la desconfianza ante el futuro del país y en fin, la libertad.

Antes de la Revolución, salvando las proporciones porque no teníamos los actuales sistemas de televisión a escala global, además de la natural diferencia en el valor de la moneda, muchos cubanos vivían en su tierra natal, sin molestarse por emigrar buscando mejor paga. El Béisbol está incluido en esta afirmación.

Eran los tiempos cuando usted invertía en una tienda, grabando en los mosaicos del piso su nombre porque sabía que era un hecho para muchos años. Todavía puedo leer en el destartalado mercado de Cuatro Caminos el nombre de su antiguo dueño, Hornedo quien asombró a La Habana con una plaza comercial digna de Nueva York.

Un pelotero de aquella época, aún ganando mucho menos en su país, no se aventuraba a emigrar, prefiriendo jugar dominó con sus vecinos en su barrio cubano. Si deseaba comprar un auto, construir otra vivienda o irse a México de vacaciones, era solamente asunto de ahorrar el dinero, nada de permisos o de interminables obstáculos puestos en su camino por una burocracia necesitada de chuparle parte del dinero bien habido.

Tampoco tenía el atleta que jurar fidelidad a político alguno, escogiendo si le convenía militar en una organización, o si prefería ser totalmente apático al tema. La selección nacional era un honor que se asumía con el aplauso del público, sin condicionamientos impuestos por el Partido Comunista de Cuba (PCC).

Durante cinco décadas el régimen imperante obligó a los deportistas a jurarle fidelidad como condición para ostentar las cuatro letras que dicen CUBA, considerando que la patria era propiedad exclusiva del PCC. Tal vez esto moleste más que la cantidad de dinero recibido por jugar a la pelota, inclusive, algunos especialistas dicen que tiene una mortal incidencia en los negativos resultados del Béisbol cubano actual.



Países como el Japón, repleto de grandes peloteros, pagando cifras muy bajas en comparación a los contratos de las llamadas Grandes Ligas, consiguen conservar a la mayoría de sus deportistas en tierra propia, sin emigrar. Por supuesto, hay confianza en la estabilidad del país, no existen condicionamientos políticos, se puede invertir el dinero ganado, mucho o poco, en total libertad, cosas imposibles en Cuba.

La realidad es que los cubanos, deportistas o no, emigran hacia los Estados Unidos por la falta total de libertades, mientras el gobierno quiere equipararlos a los emigrantes de otros países, encerrándolos a todos en el manido capítulo de la economía.

Si nuestro país alcanzara la libertad deseada, libertad de expresión, de asociación, de libre empresa; si fuéramos un país de oportunidades, de seguro esta explosión de emigrantes quedaría reducida a los límites normales que existían antes de este revolico llamado revolución.

Mientras tanto, habrá cubanos listos para atrapar dinero bien habido en el auténtico país de las oportunidades.


 Por Mario Hechavarria Driggs, periodista Independiente.

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