Los hechos ocurrieron Estados Unidos, ¿Dónde si no? Diríamos
en Cuba, recordando una frase reiterada por una popular conductora de la
televisión nacional.
Lo más importante es que estos nacionales no están
requeridos por la policía norteamericana, consiguieron su dinero apelando a sus habilidades como
seres humanos en el bien llamado País de las oportunidades.
Se trata de José Dariel “Pito” Abreu, quien fuera el cuarto
bate de la selección Cienfuegos en la pelota cubana, además de miembro
destacado del equipo CUBA. El otro atleta responde al nombre de Alexander
Guerrero, excampo corto de Las Tunas. Abreu fue firmado por 68 millones en la
nómina del Chicago White Sox, en tanto Guerrero debutará con Los Angeles
Dodgers con 28 millones de contrato y 4 adicionales de bonificación, cerrando
la anticipada cifra de Cien.
Al golpe de millones se marchan al gran país del norte
nuestros peloteros, lamentándose el gobierno comunista de una competencia
desleal, considerando la imposibilidad de pagar tales cifras por ver jugar a
sus atletas en casa. Lo que parece evidente oculta asuntos profundos de nuestra
realidad, como la falta de oportunidades, la desconfianza ante el futuro del
país y en fin, la libertad.
Antes de la
Revolución , salvando las proporciones porque no teníamos los
actuales sistemas de televisión a escala global, además de la natural
diferencia en el valor de la moneda, muchos cubanos vivían en su tierra natal,
sin molestarse por emigrar buscando mejor paga. El Béisbol está incluido en
esta afirmación.
Eran los tiempos cuando usted invertía en una tienda,
grabando en los mosaicos del piso su nombre porque sabía que era un hecho para
muchos años. Todavía puedo leer en el destartalado mercado de Cuatro Caminos el
nombre de su antiguo dueño, Hornedo quien asombró a La Habana con una plaza
comercial digna de Nueva York.
Un pelotero de aquella época, aún ganando mucho menos en su país,
no se aventuraba a emigrar, prefiriendo jugar dominó con sus vecinos en su
barrio cubano. Si deseaba comprar un auto, construir otra vivienda o irse a
México de vacaciones, era solamente asunto de ahorrar el dinero, nada de
permisos o de interminables obstáculos puestos en su camino por una burocracia
necesitada de chuparle parte del dinero bien habido.
Tampoco tenía el atleta que jurar fidelidad a político
alguno, escogiendo si le convenía militar en una organización, o si prefería
ser totalmente apático al tema. La selección nacional era un honor que se
asumía con el aplauso del público, sin condicionamientos impuestos por el
Partido Comunista de Cuba (PCC).
Durante cinco décadas el régimen imperante obligó a los
deportistas a jurarle fidelidad como condición para ostentar las cuatro letras
que dicen CUBA, considerando que la patria era propiedad exclusiva del PCC. Tal
vez esto moleste más que la cantidad de dinero recibido por jugar a la pelota,
inclusive, algunos especialistas dicen que tiene una mortal incidencia en los
negativos resultados del Béisbol cubano actual.
Países como el Japón, repleto de grandes peloteros, pagando
cifras muy bajas en comparación a los contratos de las llamadas Grandes Ligas,
consiguen conservar a la mayoría de sus deportistas en tierra propia, sin
emigrar. Por supuesto, hay confianza en la estabilidad del país, no existen
condicionamientos políticos, se puede invertir el dinero ganado, mucho o poco,
en total libertad, cosas imposibles en Cuba.
La realidad es que los cubanos, deportistas o no, emigran
hacia los Estados Unidos por la falta total de libertades, mientras el gobierno
quiere equipararlos a los emigrantes de otros países, encerrándolos a todos en
el manido capítulo de la economía.
Si nuestro país alcanzara la libertad deseada, libertad de expresión,
de asociación, de libre empresa; si fuéramos un país de oportunidades, de
seguro esta explosión de emigrantes quedaría reducida a los límites normales
que existían antes de este revolico llamado revolución.
Mientras tanto, habrá cubanos listos para atrapar dinero
bien habido en el auténtico país de las oportunidades.
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