Semanas atrás asistimos en la
capital cubana a un operativo realizado de conjunto por las autoridades
involucradas en las actividades aquí llamadas “por cuenta propia”, directamente
contra los vendedores de animales vivos, actividad muy popular en Cuba, con
licencia concedida hace más de una década.
Muchos de estos comerciantes
fueron conducidos hasta las unidades policiales de la ciudad, tal cual vulgares
delincuentes, multados, confiscando la totalidad de su mercancía, es decir, los
animales en venta, con la expresa prohibición de continuar ejerciendo una
actividad por la cual pagaban impuestos al estado, vendiendo libremente gallos
y gallinas ante la vista de todos
durante muchos años.
Actualmente la actividad quedó
limitada a ciertos espacios dentro de los llamados mercados libres
agropecuarios, pocos en La
Habana , en tanto anteriormente funcionaban numerosos
establecimientos menores a nivel de barrio, sin mayores problemas, con gran
aceptación popular.
Otra cosa es la tragedia de los
animales. Unos son de crianza, universalmente aceptados en cuanto a su
comercialización, como el Carnero, las aves de corral, el Chivo y las palomas.
Otros son especies silvestres de la fauna nacional, protegidos
internacionalmente por tratados de los cuales nuestro país es firmante.
De estos últimos sobresalen en
cuanto a su demanda, el Majá de Santamaría, boa cubana y la Jicotea , pequeña tortuga
de nuestros ríos, ambas especies muy solicitadas en la religión Yoruba
(Santería); aunque el Majá es igualmente apreciado por las propiedades
medicinales de su grasa (Manteca), en tanto la Jicotea puede ser una
mascota para los niños de la casa, al estilo de los pajarillos.
El auge de la comercialización de
animales vivos llegó con el levante de la Santería , religión ahora en boga, cuya liturgia
exige numerosos sacrificios de las más disimiles especies, tanto silvestre como
de crianza. Tampoco es desdeñable el porciento de familias que prefieren un
pollo vivo como alimento, ante su similar congelado tal vez hace muchos meses,
importado de otro país.
Lo cierto es que, de los unos y
de los otros, todos los animales mencionados y muchos más, eran vendidos libremente,
tradición popular de larga data en Cuba, pagando los comerciantes los impuestos
establecidos. De momento, sin previo aviso, los llevan detenidos a una estación
de la Policía ,
perdiendo en pocas horas el pequeño negocio del cual vivieron durante mucho
tiempo.
Traigo a colación la amenaza que
hoy pende sobre los cuentapropistas. Los vendedores de ropa y zapatos importados
y los dueños de las salas de vídeos, estos deberán poner fin a sus negocios al
concluir el presente año, luego de realizar notables inversiones, pensando que
esta vez las cosas iban en serio de acuerdo a las promesas y los decretos del
gobierno.
Luego vendrán otras prohibiciones y otras más,
la película se repite. Aquí nada es seguro, el estado quita y pone, y el pueblo sufre. Como me decía
un viejo amigo. ¨ Me voy de Cuba para no
convertirme en un Zombi, es decir, en un
muerto vivo¨.
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