viernes, 18 de octubre de 2013

La tragedia de los animales y la de los cuentapropistas.

Semanas atrás asistimos en la capital cubana a un operativo realizado de conjunto por las autoridades involucradas en las actividades aquí llamadas “por cuenta propia”, directamente contra los vendedores de animales vivos, actividad muy popular en Cuba, con licencia concedida hace más de una década.

Muchos de estos comerciantes fueron conducidos hasta las unidades policiales de la ciudad, tal cual vulgares delincuentes, multados, confiscando la totalidad de su mercancía, es decir, los animales en venta, con la expresa prohibición de continuar ejerciendo una actividad por la cual pagaban impuestos al estado, vendiendo libremente gallos y gallinas  ante la vista de todos durante muchos años.

Actualmente la actividad quedó limitada a ciertos espacios dentro de los llamados mercados libres agropecuarios, pocos en La Habana, en tanto anteriormente funcionaban numerosos establecimientos menores a nivel de barrio, sin mayores problemas, con gran aceptación popular.

Otra cosa es la tragedia de los animales. Unos son de crianza, universalmente aceptados en cuanto a su comercialización, como el Carnero, las aves de corral, el Chivo y las palomas. Otros son especies silvestres de la fauna nacional, protegidos internacionalmente por tratados de los cuales nuestro país es firmante.

De estos últimos sobresalen en cuanto a su demanda, el Majá de Santamaría, boa cubana y la Jicotea, pequeña tortuga de nuestros ríos, ambas especies muy solicitadas en la religión Yoruba (Santería); aunque el Majá es igualmente apreciado por las propiedades medicinales de su grasa (Manteca), en tanto la Jicotea puede ser una mascota para los niños de la casa, al estilo de los pajarillos.

El auge de la comercialización de animales vivos llegó con el levante de la Santería, religión ahora en boga, cuya liturgia exige numerosos sacrificios de las más disimiles especies, tanto silvestre como de crianza. Tampoco es desdeñable el porciento de familias que prefieren un pollo vivo como alimento, ante su similar congelado tal vez hace muchos meses, importado de otro país.

Lo cierto es que, de los unos y de los otros, todos los animales mencionados y muchos más, eran vendidos libremente, tradición popular de larga data en Cuba, pagando los comerciantes los impuestos establecidos. De momento, sin previo aviso, los llevan detenidos a una estación de la Policía, perdiendo en pocas horas el pequeño negocio del cual vivieron durante mucho tiempo.

Traigo a colación la amenaza que hoy pende sobre los cuentapropistas. Los vendedores de ropa y zapatos importados y los dueños de las salas de vídeos, estos deberán poner fin a sus negocios al concluir el presente año, luego de realizar notables inversiones, pensando que esta vez las cosas iban en serio de acuerdo a las promesas y los decretos del gobierno.
 Luego vendrán otras prohibiciones y otras más, la película se repite. Aquí nada es seguro, el estado  quita y pone, y el pueblo sufre. Como me decía un viejo amigo. ¨ Me voy de  Cuba para no convertirme en un Zombi, es decir,  en un muerto vivo¨.
                                                                                

 Por Mario Hechavarria Driggs, periodista Independiente.

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