La
reciente decisión del Consejo de Ministros de la república de Cuba tiene, en
primera instancia, un alcance psicológico con clara incidencia política, se
trata de acomodarnos a la idea de las cifras que vendrán como precios del
comercio minorista, cuando se generalice la moneda única, que será, obviamente,
la denominada Nacional, conocida en el argot bancario como CUP.
En
la práctica, da lo mismo pagar 500 pesos Moneda Nacional (CUP) por un par de
zapatos o 20 Pesos Convertibles (CUC). Los cuentapropistas no objetan
cualquiera de estas dos opciones, inclusive aceptan el CUC a 24 y tal vez en el
regateo terminen vendiendo el artículo en cuestión por unos pesos menos si se
trata de los CUP, con tal de cerrar la tarde con una buena venta.
Imaginemos
que un abnegado campesino, “Guajiro” le decimos en La Habana , vendió cuatro
cebados puercos y arriba a la capital con veinte mil pesos moneda nacional. Tiene
por ahora la obligación de ir a una Casa de Cambio (CADECA) y adquirir
Convertibles, obteniendo finalmente 800 de estos últimos billetes, con plena
circulación en el país, al igual que los anteriormente señalados.
El
señor de referencia, irá a una tienda de las llamadas Recaudadoras de Divisas
(TRD) con el objetivo de adquirir ciertos productos, vendidos hasta hoy
únicamente en CUC. Otra historia es la de un jubilado que recibe tal vez 250
CUP al mes, equivalentes a unos 10 CUC. Sin embargo, las matemáticas carecen de
sentimientos, en ambos casos se trata de un común denominador, lo que para nada
altera las cuentas del cuentapropista o de la TRD.
Sin
embargo, el efecto Psicológico es real, porque durante muchos años los cubanos
estamos acostumbrados a los precios en moneda nacional, rechazando de plano eso
de pagar, por ejemplo, 25 mil pesos por un TV plasma, más o menos los mil Pesos
Convertibles que cuesta. Las cifras asombran, molestan, te recuerdan lo jodido
que estás porque te aplicaron la doble moneda, pagándote el jornal en una en
tanto te venden los productos en la otra.
Entonces
ahora nos proponen la posibilidad, experimental primero, luego será extendida a
todo el país, de pagar los productos y servicios en cualquiera de las dos
monedas, como si con ello estuvieran cambiando la realidad económica, cuando se
trata de una simple operación matemática en un mundo donde cualquiera tiene a
mano una calculadora electrónica.
De
hecho se trata de acomodarnos en el plano mental rumbo a lo que vendrá en un
futuro cercano. Tendremos una sola moneda, da lo mismo si es el CUP o el CUC,
aunque por razones de “prestigio” supongo que será la antigua, llamada Moneda
nacional. La diferencia es acostumbrarnos a pensar en cifras elevadas, cosa
común en otros países, pero hasta ahora impensable en los marcos de la Revolución.
Al
igual que en Venezuela, México o Japón, hablaremos de cientos o miles de pesos
por cosas consideradas como de menor cuantía, un paquete de Caramelos, un Peter
de Chocolate, un ventilador o una Bicicleta. El tema es ir introduciendo en la
mentalidad del cubano la dura realidad de que no hay cambios mágicos, dados por
decretos presidenciales. La moneda es una sola hace tiempo, ahora estamos
legalizando el asunto.
Sin
embargo, antes de plantearles mis consideraciones finales, debo recordar que
además del “prestigio” mencionado, hay otros servicios pagados en Moneda
Nacional como la electricidad, el gas, el acueducto, los productos normados en
la bodega, el pan racionado, etc., que justifican la prioridad de los CUP a la
hora de determinar la moneda que definitivamente se quedará reinando.
Cuba
está transitando lentamente hacia una economía de mercado limitada, cuyo
crecimiento posterior parece indetenible. No hay soluciones de varita o plumazo,
de momento nos están “acomodando” para el paso siguiente, que será una sola
moneda, sin opciones de rebajar la relación de precios actuales al consumidor o
los salarios, porque un decreto estatal no puede cambiar la economía del país.
Se trata de amortiguar el efecto Psicológico.
Otra
arista del problema es positiva, aunque sus efectos no guardan relación directa
con el poder adquisitivo de la población. Se trata de unificar el sistema
contable, generando un mecanismo de costos confiable, al utilizar un solo referente, frenando numerosas arbitrariedades
que hoy originan conflictos, desfalcos, trampas y demás contradicciones propias
de la absurda dualidad monetaria.
Un
precio único para cubanos y turistas, una sola obligación al pago en cualquier
lugar, cierra las puertas a los inspectores chantajistas, elimina cuentas
dobles en lo referido al pago de las mercancías, su posterior elaboración y
venta, liquidando ciertas prerrogativas hasta ahora usadas por la burocracia
que se ha entronizado en Cuba.
Aplaudo
la medida tendiente hacia la unificación monetaria porque termina legalizando
lo que es un hecho real, cortando “mecánicas” a los aprovechados que viven del
esfuerzo de los trabajadores. Reconozco que aún así es poco, pero se trata de
un paso adelante y ojala no vengan pasos atrás como lamentablemente está
sucediendo en la actualidad imprevisible de mi país.
Por
Mario Hechavarria Driggs, periodista Independiente
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