Recordando los sucesos del
Hospital Psiquiátrico de La Habana en el año 2011, donde murieron más de
treinta enfermos mentales en una noche invernal, hambrientos, sin protección
ante el viento frío de aquella madrugada trágica, les aseguro que de no tratarse
de una urgencia médica, no asista a ningún hospital de la capital, si usted no
tiene dinero, olvide la pronta solución de su problema.
Los dementes fallecieron porque quienes
debían ocuparse de ellos estaban “atareados” en apropiarse de los alimentos,
ropa de cama, y demás vituallas puestas a disposición del personal hospitalario
para atender a los internados. Es una marcada tendencia comercial, corrupta,
extendida a todo el sistema de la salud pública cubana.
La estomatología es una de las
actividades más cotizadas, con precios mínimos de 20 Pesos Convertibles (CUC)
por varias extracciones y empastes, sin considerar prótesis, cuyo valor sería
el doble o más. Muchas veces “falta” la anestesia, pero “aparece” por 5 CUC,
resolviéndose el caso.
Ni hablar de las colas para ser
atendido por los médicos de cualquier especialidad. Hasta la prensa estatal,
partidista, de forma débil y parcializada, denunció recientemente el llamado
“amiguismo”, consistente en atender a ciertos ciudadanos fuera de turno,
evidentemente porque traen, trajeron antes o traerán después, buenos regalos a
los médicos.
Conozco el caso de una mujer
aquejada de fibroma sangrante, operada en el Hospital Hermanos Amejeiras, quien
obsequió dos Pescados de a cinco kilogramos cada uno a los cirujanos que
oficiaron en su intervención quirúrgica. De no haberlo hecho, la pobre mujer tendría
que haber esperado un año, porque la cola al quirófano es larga.
El popularmente conocido como hospital de “emergencias”, oficialmente
General Freyre de Andrade, para nada cuenta el supuesto prestigio de un siglo
de historia. Trasladar a una persona desde una sala de ingreso hasta el
departamento de radiografía puede tardar largas horas, cambiadas por unos
minutos si le regalas un peso convertible al
camillero. En la mayoría de los casos el familiar acompañante, hace de camillero.
Las ambulancias representan otra
conocida esfera de la corrupción. Al realizar la petición de auxilio, quien
hace la llamada telefónica deberá entrenarse previamente en materia teatral,
para expresar la mayor angustia posible en su tono de voz, agregando detalles
extremos sobre el estado del doliente. El regreso a casa, cuando felizmente
dieron de alta al paciente, es otra cosa. No hay lágrimas, tampoco urgencia. La
solución será meter la mano en el bolsillo, pagando aproximadamente lo mismo
que cobraría un taxista por el servicio.
Provoca ira escuchar o leer la
proclamada gratuidad de la Salud
dentro del país, mientras diariamente suceden cosas como las antes señaladas.
Ahora el colmo es que las autoridades del MINSAP han colocado pancartas en los
centros asistenciales, informando sobre los costos aproximados de estos servicios,
evidentemente altos, como una amenaza de cuánto pagaríamos de eliminarse la
proclamada “gratuidad.”
La gente vira el rostro a los
carteles, pensando que, de hecho, lo que llaman gratis se está pagando doble,
porque como se conoce en economía, nada es realmente gratuito en los servicios
públicos. Los costos salen del sudor de los mismos que debieran recibir las
debidas atenciones, ahora asequibles si se agregan los pagos adicionales que
exige la corrupción.
Para finalizar, faltan
especialistas en nuestros hospitales, sobre todo los más calificados, porque miles de ellos se van al extranjero,
donde al menos recibirán una pequeña parte de los buenos salarios que ofrecen a
los galenos las entidades correspondientes de los países que rubricaron esos
contratos con Cuba.
No hay secretos, el origen de la
situación se explica con cifras de la economía cotidiana. Un Doctor recibe al
mes el equivalente a 20 o 30 dólares. Trabajando en el exterior será un poquito
más, con otras opciones, quedándose siempre el estado con la parte gruesa del
pastel.
Por transición directa, los
siguientes afectados están más abajo en la escala, es la mayoría del pueblo
cubano que, como dije al principio, de no tener dinero para pagar
subterráneamente los servicios médicos, deberá regresar a casa; digo... irse al
carajo como decimos en buen cubano.
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