Cómo en un episodio televisivo de
¿créalo o no lo crea?, el bistec elaborado con cáscaras de Toronjas o peor aún
con Frazadas de Piso, regresó a la capital cubana, según noticias filtradas
tras una inspección realizada por las autoridades de Salud Pública y el Poder
Popular en una cafetería llamada “Las
Delicias”, ubicada en la calle Puerta Cerrada del barrio de Jesús María en la Habana Vieja.
La noticia debió ser una
desagradable sorpresa para muchos vecinos, no todos, porque de algún lugar
salió el “chivatazo”, sumándose el beneplácito de los dueños de la pequeña
cafetería y otros cómplices en la aventura, aquí incluida dentro de un ámbito
inabarcable, marcado por la frase “estamos luchando”.
“Luchar” es cualquier cosa fuera
de la ley, sin importar cuánto afecta a la salud, la economía estatal, el
bolsillo de los semejantes o la propia moral, como sucede con las chicas dedicadas
a la prostitución, que simplemente repiten “estamos luchando.”
De prácticas fraudulentas
relacionadas con la venta de productos alimenticios, tenemos un largo
historial, iniciado en la década del noventa del pasado siglo, cuando empezó
el llamado ¨Periodo Especial¨. La escasez
de aceite era suplida con manteca de Coco; el aglutinante industrial para
cuajar los helados se sustituía con la Maicena. Recuerdo la sopa de gallo (agua
con azúcar prieta), la cascara de huevo molida en el arroz (arroz vikingo) y el
refresco supuestamente gaseado,
utilizando el compresor de una ponchera que suministraba aire al líquido. Se
perdieron los gatos en la Habana y robaron un avestruz del zoológico.
El combate por la vida ha llegado
a extremos tales que he visto cargar un botellón de Oxígeno de la terapia de un hospital cercano, para
utilizar el gas en la venta de cerveza dispensada, sin el menor escrúpulo por
parte de todos los irresponsables involucrados ante la urgencia de este
servicio médico.
Recordando los extremos nefastos,
se vendieron pizzas napolitanas cubiertas con películas sintéticas provenientes
de los condones o preservativos a la manera
del habitual del queso derretido. No exagero, pregunten a los habaneros. Por no
hablar de los fallecidos por la ingestión
de alcohol metílico o alcohol de madera.
Pensamos que tales prácticas,
dañinas a la salud y ofensivas a toda la sociedad, estaban definitivamente
suprimidas, pero nada de eso, han regresado, como se comprobó en la citada
inspección a la cafetería con el paradójico nombre de Las Delicias.
Un extremo de otra naturaleza
ocurrió cuando el célebre Bistec de Toronja, popularmente llamado Bistoron, fue
presentado en una competencia oficial de técnicas culinarias, aplaudido con la
consideración de constituir una muestra del ingenio de los patriotas cocineros
ante el persistente bloqueo yanqui, agravado por la traición de los comunistas
soviéticos al socialismo.
Al menos el flamante Bistorón,
algo así como Cascos de Toronja salados y empanizados, en vez de los
tradicionales hechos dulces, es un plato inofensivo para el estómago,
clasificando en la categoría de estafa al consumidor.
Otra cosa es tomar una vieja frazada
de piso, aprovechando su textura, hasta cierto punto similar a la de una carne
fibrosa, realizando no me imagino cuántas maravillas de camuflaje, para
finalmente, con cierto adobo de ajo, cebollas y salsa, terminar por
presentárnosla dentro de un pan, convertida en una “auténtica delicia”.
Como se sabe, la ofensiva
gubernamental contra la corrupción está poniendo en aprietos a los trabajadores
por cuenta propia, al privarles de muchas vías habituales donde adquirir las
materias primas utilizadas para elaborar sus alimentos. Generalmente las
fuentes están en los almacenes estatales, por el momento mejor custodiados, con
sus cuidadores en estado de alerta máxima.
Lo normal en Cuba es esperar a
que “baje la ola”, es decir, que las ocupadas autoridades inspectoras pasen a
otras esferas, facilitando de nuevo el desvío de los recursos que demanda la
gastronomía privada. Por el momento, si los actuales operativos continúan, no
será extraño descubrir nuevos inventos capaces de superar en imaginación y
astucia a estos Bistec de frazada de piso, ahora redescubiertos cuando los
creíamos desaparecidos para siempre.
Por Mario Hechavarria Driggs,
periodista Independiente.
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