viernes, 23 de mayo de 2014

“La pruebas de ingreso a la Universidad de la Habana cuestan 300 CUC

El pasado miércoles 21 de  mayo, Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, conmovía a los  lectores con un artículo de página interior, titulada “El daño terrible del fraude”. Como no estaba firmado por un periodista, se infiere que es la opinión expresa del partido dirigente de la Revolución cubana.
 
Se trata de un fraude masivo, que obliga a repetir las pruebas de ingreso a  la Universidad aplicada a los estudiantes de doce  grado en La Habana. Adelanto que el diario cubano aborda las posibles causas desde un ángulo moral, apelando a la necesaria “vigilancia”, el “control”, junto al “honor” frente al fraude. Tenemos una historia por contar y otros argumentos, pero antes precisemos los sucesos, según lo publicado.

-          La prueba de Matemáticas aplicada a los alumnos del doce grado en la capital fue anulada, se detectó su copia previa y distribución anticipada, clandestina, hacia centenares, tal vez miles de estudiantes. No hay cifras precisadas.
-          Granma ofrece el siguiente párrafo, muestra de la gravedad y extensión del asunto:
 “…Algunos padres, en su afán de querer a toda costa las mejores notas para sus hijos, hayan caído en la trampa y pagado por ese fraude…”
-          Sigue explicando el periódico oficial cubano:
“…lo peor de todo, que después los propios estudiantes incurriesen en la reventa, extendiéndose el fraude a no pocos municipios capitalinos.”

-          El diario más importante del país enfatiza que “El hecho no puede verse como un incidente menor”, ofreciendo su opinión sobre las causas posibles de estos lamentables sucesos.

En tanto la opinión del PCC apunta hacia los valores morales que están implícitos en los hechos, debemos relatarles la extensa historia del fraude académico en Cuba.

Una añeja tradición de civismo y elevados principios éticos, caracterizó a los maestros cubanos, abnegados, generalmente mal pagados, sin dejar por ello de ser los forjadores de la juventud  que acometió contra la dictadura batistiana.

El legado parecía continuarse con el nuevo impulso de la revolución al sector educacional, hasta que llegó un plan innovador, de crear las llamadas Escuelas en el Campo. Se ubicaron por decenas en determinados puntos del país, como Guane en Pinar del Río, Ceiba del Agua y otros puntos en la antigua provincia de La Habana, Jagüey Grande en Matanzas, coronándose como muestra principal La Isla de la Juventud.

Era un experimento en grande, abarcando cientos de planteles educacionales, con capacidad media de 500 alumnos. Las edificaciones modernas, dentro del sistema de paneles pre-fabricados. Contaban con la media internacional para una educación de alto nivel.

Lo novedoso fue: los alumnos permanecían internados la semana entera, a veces el mes y en ocasiones más tiempo. Se combinaba una media sesión diaria de clases con otra media sesión diaria de labores productivas en los campos cercanos, generalmente plantaciones citrícolas, cuyos productos eran destinados principalmente a la exportación.

Nunca olvidaré que en la euforia de este plan, llamado de “estudio y trabajo”, se entronizó una emulación al estilo del stajanovismo estalinista. El Granma publicaba los resultados de la promoción escolar, con cifras escandalosas para cualquier pedagogo marcado por la ética de su profesión: Escuelas con el ciento por ciento de sus alumnos promovidos. Hablo del nivel medio-superior.

En general, los porcentajes nunca bajaron del 95, considerando cientos de planteles, cada uno con cerca de 500 educando como dije anteriormente. Muchos maestros estaban escandalizados, pero no había otra opción, debían plegarse a la onda porque de ello dependían sus evaluaciones como “eficientes pedagogos. “

Aclaro que entonces no habían tentaciones monetarias detrás del evidente fraude, eran motivaciones ideológicas, pero el mal ejemplo quedó.

Ahora nos habla Granma del “daño terrible del fraude”, con orígenes evidentemente económicos. Los maestros ganan mensualmente el equivalente a veinte dólares, muchos alumnos son hijos de padres con ingresos muy superiores. La crisis de valores se extiende. Lo peor es no verla y seguir apelando a la vigilancia, el control y los principios revolucionarios como única salida del peliagudo asunto.

Debo decir que este asunto se extiende a todo el sistema educacional del país, desde antes de los sucesos hoy comentados, contando seguramente con un después de ellos.
Hay maestros dignos, no faltan, tal vez amparados en un sacrificio ético poco comprensible para muchos, dada la dolarización de la economía cubana.

El fraude académico fue aceptado desde hace muchos años, primero por estímulos de carácter ideológico, ahora dilatado ante la crisis económica, política y social de Cuba.
No valdrán inspectores, agregando súper-inspectores para controlar a los anteriores. El asunto está en la esencia misma de un país que se derrumba a ojos vista, sin la opción clara de otro mejor.



 Por Mario hechavarria Driggs, periodista independiente

1 comentario:

  1. Concuerdo con el aurtor, no es vigilar, no es poner super impectores corructos, producto de un sistema corructo, la solución inmediata es clara, no hay de otra que el cambio y para lograr este cambio es sumandose a la oposición pacifica y derrocando al sistema totalitario de los hermanos castros

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