El pasado miércoles 21 de
mayo, Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de
Cuba, conmovía a los lectores con un
artículo de página interior, titulada “El daño terrible del fraude”. Como no
estaba firmado por un periodista, se infiere que es la opinión expresa del
partido dirigente de la
Revolución cubana.
Se trata de un fraude masivo, que obliga a repetir las
pruebas de ingreso a la Universidad aplicada
a los estudiantes de doce grado en La Habana. Adelanto que el diario
cubano aborda las posibles causas desde un ángulo moral, apelando a la
necesaria “vigilancia”, el “control”, junto al “honor” frente al fraude.
Tenemos una historia por contar y otros argumentos, pero antes precisemos los
sucesos, según lo publicado.
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La prueba de Matemáticas aplicada a los alumnos del doce
grado en la capital fue anulada, se detectó su copia previa y distribución anticipada,
clandestina, hacia centenares, tal vez miles de estudiantes. No hay cifras
precisadas.
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Granma ofrece el siguiente párrafo, muestra de la
gravedad y extensión del asunto:
“…Algunos padres, en
su afán de querer a toda costa las mejores notas para sus hijos, hayan caído en
la trampa y pagado por ese fraude…”
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Sigue explicando el periódico oficial cubano:
“…lo peor de todo, que después los propios estudiantes
incurriesen en la reventa, extendiéndose el fraude a no pocos municipios
capitalinos.”
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El diario más importante del país enfatiza que “El
hecho no puede verse como un incidente menor”, ofreciendo su opinión sobre las
causas posibles de estos lamentables sucesos.
En tanto la opinión del PCC apunta hacia los valores morales
que están implícitos en los hechos, debemos relatarles la extensa historia del
fraude académico en Cuba.
Una añeja tradición de civismo y elevados principios éticos,
caracterizó a los maestros cubanos, abnegados, generalmente mal pagados, sin
dejar por ello de ser los forjadores de la juventud que acometió contra la dictadura batistiana.
El legado parecía continuarse con el nuevo impulso de la
revolución al sector educacional, hasta que llegó un plan innovador, de crear
las llamadas Escuelas en el Campo. Se ubicaron por decenas en determinados
puntos del país, como Guane en Pinar del Río, Ceiba del Agua y otros puntos en
la antigua provincia de La
Habana , Jagüey Grande en Matanzas, coronándose como muestra
principal La Isla
de la Juventud.
Era un experimento en grande, abarcando cientos de planteles
educacionales, con capacidad media de 500 alumnos. Las edificaciones modernas,
dentro del sistema de paneles pre-fabricados. Contaban con la media
internacional para una educación de alto nivel.
Lo novedoso fue: los alumnos permanecían internados la
semana entera, a veces el mes y en ocasiones más tiempo. Se combinaba una media
sesión diaria de clases con otra media sesión diaria de labores productivas en
los campos cercanos, generalmente plantaciones citrícolas, cuyos productos eran
destinados principalmente a la exportación.
Nunca olvidaré que en la euforia de este plan, llamado de
“estudio y trabajo”, se entronizó una emulación al estilo del stajanovismo
estalinista. El Granma publicaba los resultados de la promoción escolar, con
cifras escandalosas para cualquier pedagogo marcado por la ética de su
profesión: Escuelas con el ciento por ciento de sus alumnos promovidos. Hablo
del nivel medio-superior.
En general, los porcentajes nunca bajaron del 95,
considerando cientos de planteles, cada uno con cerca de 500 educando como dije
anteriormente. Muchos maestros estaban escandalizados, pero no había otra
opción, debían plegarse a la onda porque de ello dependían sus evaluaciones
como “eficientes pedagogos. “
Aclaro que entonces no habían tentaciones monetarias detrás
del evidente fraude, eran motivaciones ideológicas, pero el mal ejemplo quedó.
Ahora nos habla Granma del “daño terrible del fraude”, con
orígenes evidentemente económicos. Los maestros ganan mensualmente el equivalente
a veinte dólares, muchos alumnos son hijos de padres con ingresos muy
superiores. La crisis de valores se extiende. Lo peor es no verla y seguir
apelando a la vigilancia, el control y los principios revolucionarios como
única salida del peliagudo asunto.
Debo decir que este asunto se extiende a todo el sistema
educacional del país, desde antes de los sucesos hoy comentados, contando
seguramente con un después de ellos.
Hay maestros dignos, no faltan, tal vez amparados en un
sacrificio ético poco comprensible para muchos, dada la dolarización de la
economía cubana.
El fraude académico fue aceptado desde hace muchos años,
primero por estímulos de carácter ideológico, ahora dilatado ante la crisis
económica, política y social de Cuba.
No valdrán inspectores, agregando súper-inspectores para
controlar a los anteriores. El asunto está en la esencia misma de un país que
se derrumba a ojos vista, sin la opción clara de otro mejor.
Concuerdo con el aurtor, no es vigilar, no es poner super impectores corructos, producto de un sistema corructo, la solución inmediata es clara, no hay de otra que el cambio y para lograr este cambio es sumandose a la oposición pacifica y derrocando al sistema totalitario de los hermanos castros
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