Dijo
nuestro Apóstol José Martí: “El sol tiene manchas, los desagradecidos hablan de
las manchas, los agradecidos hablan de la luz”.
Si
la democracia existe, al menos en Estados Unidos está el primer ejemplo. Tierra
segunda de José Martí a la hora de forjar el camino hacia su propia identidad nacional. Ningún
otro país le ofreció la tranquilidad necesaria para planificar y realizar su
proyecto independentista.
Recuerdo
a los Rough Riders de Teddy Roosevelt combatiendo en las lomas de San Juan
junto a nuestros mambises, conquistando al fin la ansiada independencia, negada
durante tres décadas por la obstinación hispánica. La guerra estaba ganada,
dicen los libros, pero sin la intervención norteamericana duraba tal vez diez
años más.
Se
habló siempre mal de los yanquis en Cuba, de una enmienda Platt votada
finalmente por los constituyentes cubanos con datos divididos, 16 a favor y 11 en contra,
apéndice constitucional definitivamente eliminado por otro célebre Roosevelt,
Franklin Delano, en 1934.
¿Qué
esperamos del norte? ¿La solución de nuestros problemas? Pues no será así; en
la filosofía norteamericana cada cual debe resolver sus asuntos, lo que es demostración
cabal de total independencia.
Vinieron los tiempos de Fidel Castro, polémico
enemigo de “los americanos”, algo que parece ser asunto personal, diríamos
obsesión mental, sin explicación lógica dados los extremos del planteamiento
político.
Pero
aún así volvieron los norteamericanos de Bush, declarados en la extrema derecha
estadounidense, a darnos una mano con libre comercio de alimentos después de
varios huracanes que destrozaron al país. Nadie habló mal entonces, con los
huevos, los cuartos de pollo y hasta las manzanas que entonces inundaron
nuestras tiendas, pagadas aquí en dólares convertidos a pesos.
Durante
una década Cuba compró cientos de millones de dólares en alimentos,
directamente importados del mercado norteamericano. Se demostró que tal
comercio era posible, necesario, pero con la regulación de pagar, algo al
parecer no muy comprensible por el gobierno cubano de entonces.
Sin
Internet, lejos de las comunicaciones globales propias de esta modernidad a
nosotros negada, Estados Unidos ofreció puertas, ventanas, aires nuevos,
apadrinando cualquier intención pacífica, loable, de intercomunicación con el
mundo exterior. Los acusaban de intervencionistas cuando en la práctica nos
permitían conocer la realidad fuera de nuestras fronteras, marcadas por el
inmenso mar.
Ahora
el gobierno de Raúl Castro, presionado
por la actitud de los americanos, abrió una pequeña brecha ante Internet. De
muchas maneras se la debemos a nuestros vecinos del norte, tan recriminados por
la política oficial.
Vivimos
del dinero enviado desde Estados Unidos. Las últimas estadísticas hablan de dos
mil seiscientos millones de dólares en un año, dinero cash, sin costo alguno,
financiando las reformas económicas que actualmente se realizan, avanzando
lentamente hacia el capitalismo, en vida de los líderes que crearon un mundo
interior totalmente opuesto a la nueva realidad.
Como
se sabe y nada se comenta en la prensa oficial de mi país, El gobierno de Obama
flexibilizó el envío de remesas, permitiendo el actual flujo de dinero efectivo
desde USA hacia Cuba. No conozco declaración orgullosa del gobierno cubano
contra esta sencilla acción, nada divulgada, pero más efectiva que miles de
cuartillas impresas o páginas formateadas en las redes digitales.
Verdaderamente,
si miro la historia, desde los últimos doscientos años, no hay americanos
muertos en mi país a consecuencia de enfrentamientos con nosotros, tampoco
cubanos liquidados en guerras con los gringos. Reto a cualquier especialista si
desea mostrar nombres de cientos, al menos decenas de combatientes caídos de
ambas partes en combates comunes.
Esto
es todo un Big Show, creado por la propaganda contraria al restablecimiento de
relaciones históricas que deben ser normales, buenas, como corresponde a
vecinos de larga data histórica. Nunca olvido la Joint Resolution del 19 de
abril de 1898, cuando el Congreso de los Estados Unidos ratificó que “Cuba debe
ser y de derecho es libre e independiente.”
Mario
Hechavarria Driggs, periodista Independiente.
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