miércoles, 7 de agosto de 2013

La envidia y los americanos

Nos dice el Gran Larousse que la envidia viene del latín, invidere, es decir, ver con malos ojos. Luego acudo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua española y buscando los pecados capitales, encuentro la siguiente definición muy a tono con la forma de mirar a los estadounidenses, su nación en particular, desde la Cuba oficial y buena parte de los cubanos en general:

Envidia: Tristeza del bien ajeno.

La sugerencia viene de un amigo en el parque central de La Habana, quien simplemente me dijo: a los americanos lo que le tienen es tremenda envidia. Si ahora mismo “abren el banderín”, no alcanzan los barcos para los que se van. El mismo millón de manifestantes en la Plaza de la Revolución coge el camino de Miami.

¿Qué nos sucede con los estadounidenses? Escribo la palabra porque buscando y buscando encontré el gentilicio oficial, al menos en idioma español. La respuesta certera, como bien me dijeron en el parque, vox populi, es sencillamente la envidia. Lo corroboré con otra conversación, mejor dicho, discusión, esta vez frente a una persona bien marcada por el pensamiento oficialista, quien no se detiene en epítetos ofensivos hacia los también conocidos como norteamericanos.

¨Estados Unidos le debe miles de millones de dólares al mundo¨. ¨Los americanos le robaron a México más de la mitad de su territorio¨. ¨Si no fuera por el bloqueo Cuba sería un país altamente desarrollado¨. ¨Nos agreden constantemente, ellos son la causa de nuestros problemas¨. ¨Es el enemigo principal¨.

Frases y frases se repiten, pero a este interlocutor atrincherado le hice una inesperada pregunta: ¿Dime cuántos cubanos han muerto, directamente, bajo los ataques de soldados norteamericanos? Puedo hacerte la pregunta al revés, es decir, americanos caídos en combate frente a nuestras fuerzas armadas?

Después de mucho hurgar en la historia, tal vez sean dos o tres nombres, sin exagerar, de bando y bando. Nada más. En Vietnam fueron cerca de sesenta mil soldados muertos en combate y más de tres mil aviones derribados, de la parte americana, en tanto los vietnamitas perdieron a millones de personas en una cruenta guerra. Hoy tienen embajadas, relaciones comerciales normales, en fin, un panorama muy diferente a nuestra obcecación, envidia digo, hacia los poderosos vecinos del norte.

La prensa nacional se regodea con los tiroteos en las escuelas, el desempleo, el racismo.  Nos hablan de los drones matando a inocentes en la frontera afgana-paquistaní y hasta aseguran que Bin Laden está vivo o, nueva versión, la mayor parte del comando que ejecutó al terrorista, tal cual la maldición de una momia egipcia, ha fallecido inexplicablemente. Esto último lo publicó, sin otros detalles, el muy serio periódico Granma.
Cada vez que hay un atentado terrorista en los Estados Unidos  aquí se canta victoria y después se envía una nota de condolencia.

Poco o nada se escribe de algún adelanto científico, el Hubble, la llegada a la Luna, el infinito viaje del Voyager, el I-Pod o  de la ayuda  enviada  cuando ocurre algún desastre natural.

Le dije al atrincherado contrincante de días atrás: tengo amigos en los Estados Unidos, gente que admiro, como Danny Glover, Alice Walker, Steven Spielberg,…hay otros menos conocidos y entonces vulnerables, de quiénes no hablo. Todos tienen a la bandera de las barras y las estrellas como divisa. Aman a su país y así debe ser, tal y como yo amo al mío.

¿Por qué no podemos ser amigos? Los enemigos de la reconciliación acuden a una larga lista de enfrentamientos y atropellos, reales o exagerados, que jamás sería una mínima parte de lo sucedido en Vietnam, sin embargo, los sabios hijos del Tío Ho encontraron un modelo de convivencia diferente. Parece que la envidia no es naturaleza de los asiáticos.

Cuba no ha podido encontrar el camino del desarrollo. Durante la pasada década, apremiados por las circunstancias, llegamos a comprar más  mil millones de dólares anuales en alimentos, directamente desde los Estados Unidos, pero nuestros mediocres líderes siguen repitiendo que   los ¨Yanquis¨ son la causa de nuestra pobreza  y mala administración. El bloqueo lo justifica todo.

Respetar al vecino, no importa su tamaño, está bien, pero obviar la importancia de sus dimensiones y de su desarrollo es un craso error político, demostración de la pérdida del sentido común, de la cabeza, de lo “capital”, es decirlo claramente, nos conduce el pecado más allá de su interpretación puramente religiosa.

Es obvio que Cuba y los Estados Unidos pueden y deben tener mejores relaciones, existen incomprensiones de parte y parte, pero yo, como cubano, lejos de ese pecado capital que es la envidia, insisto en los problemas que a nosotros atañen. Hoy viven en territorio norteño más de un millón de compatriotas, cuyos ingresos salvan a la economía nacional de la catástrofe.

¿Por qué hablar mal de la mano que te da de comer? ¿Cómo acusar a un país cuya economía sostiene la tuya? La ideología oficial se estrella contra los hechos, y los hechos son porfiados. Un solo cubano de regreso al país, en calidad de visitante, una pequeña ayuda monetaria vía Western Union, vale por mil palabras de la prensa comunista.

Es tiempo de terminar con el invidere, los malos ojos, el pecado capital de la envidia. Capital no solamente por su importancia, sino porque está en la cabeza, es pecado mental y mortal. Nos conduce al abismo. Otra realidad es posible.


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